España y Guinea, medio siglo de abandono
Me pide don Federico, nuestro buen director, que siga escribiendo sobre Guinea; lo mismo me dice Don Severo Moto, líder de la oposición y presidente del gobierno guineano en el exilio.
Los dos son católicos y por lo tanto buenas personas, y yo, que soy también católico, aunque pecador –en acertada expresión de don Francisco Álvarez Cascos-, no puedo defraudarles.
El encargo es dificultoso. No conozco Guinea in situ –ganas no me faltan-, pero la verdad es que en la actual situación del país no me atrevo a ir, para que vamos a engañarnos. La dictadura escudriña diariamente todas las informaciones que se publican sobre Guinea, y estoy seguro de que figuro ya en sus listas de aspirantes a desaparecidos o accidentados, si visitase la nación.
Tampoco me gusta escribir por segundas o terceras fuentes, pues las informaciones normalmente llegan tergiversadas, cuando no son falsas, y siempre interesadas, por parte de quien las facilita.
Es cierto que hay algunos portales informáticos de una cierta seriedad que dan noticias sobre África en general y Guinea Ecuatorial en particular, de entre los que podemos destacar por su profesionalidad y competencia GuinGuinBali, así como la página del gobierno de guinea ecuatorial en el exilio, que tiene su sede en España, en lugar desconocido, ante el temor a atentados pagados por el tirano Obiang.
Por lo tanto pienso que debo reflexionar en voz alta sobre Guinea y la necesidad de que España se moje ante la futura transición que debe realizarse en el régimen guineano, por la previsible muerte del dictador, tanto por su edad como, sobre todo, por su grave enfermedad.
Al igual que España tras el fallecimiento por muerte natural del anterior jefe del estado, General Franco, Guinea tendrá que vivir una transición hacia la democracia. Y encomendar la presidencia de la república a su hijo preferido, Teodorín, respecto al cual nadie habla bien, y se le acusa de todo lo imaginable e inimaginable, parece evidente que no sería la mejor solución, sino que agravaría la triste situación del país, respecto a la cual España tiene una obvia y grave responsabilidad, por haberles dejado literalmente tirados, sin tutelar la transición hacia la democracia, como han hecho todos los países descolonizadores.
Resulta evidente que intervenir en Guinea es imposible, pues lo impide la soberanía de que disfruta, al menos nominalmente. Pero España si puede, y creo que debe, apoyar económicamente a la oposición democrática, al gobierno en el exilio de guinea ecuatorial, y poner medios de toda índole, presiones tanto directas como indirectas, por medio de los organismos internacionales, ONU, UNESCO, etc., para que las cosas vayan cambiando en Guinea.
El aplazamiento sine díe del premio internacional que iba a conceder la UNESCO con la “generosa” aportación de Obiang, con el dinero procedente del petróleo, y previamente sustraído a los guineanos, es un primer paso en esta dirección. Pero que no ha dado en absoluto España, pues el innombrable ministro de exteriores que tuvimos la desgracia de padecer durante los últimos seis años y medio se llevaba a partir un piñón con Obiang, y tuvo que ser don Mario Vargas Llosa y otros centenares de escritores e intelectuales quienes presionaron a la UNESCO para que no patrocinase un premio sobre derechos humanos que llevase en nombre de Teodoro Obiang, un conocido represor y torturador ya desde los tiempos de su tío, don Fernando Macías, el primer presidente del país.
En resumen, y como colofón, España tiene que significarse activamente en la defensa de la democracia y los derechos humanos en Guinea Ecuatorial, apoyando a los grupos de la oposición, especialmente al gobierno en el exilio, presionando a la dictadura actual para que respete a los presos, perseguidos y represaliados –y preferiblemente los libere-, y para que celebren elecciones libres cuanto antes.
Y tenemos que estar dispuestos a apoyar el proceso de transición hacia una verdadera democracia en el país, a ver si de una vez por todas consiguen vivir en paz y libertad, como se merece el noble y pacífico pueblo guineano.
Nuestra transición, con sus luces y sombras, puede ser un modelo de hacia donde debe caminar Guinea cuando se produzcan las previsiones sucesorias, como decía nuestra ley orgánica de sucesión a la jefatura del estado. Pero eso sí, sin establecer autonomías como en España, que ya sabemos que no sirven más que para encarecer la administración pública y duplicar o triplicar servicios, siendo además el germen de futuros movimientos separatistas. Que de los errores también se aprende.
Ramiro GRAU MORANCHO,
Jurista y escritor