Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial
Estos días he tenido la oportunidad de reunirme en Madrid con miembros de la oposición interna de Guinea Ecuatorial. En nuestras conversaciones, surgió una descripción desoladora de la situación actual en el país, una realidad que supera incluso las peores expectativas de quienes vivimos en el exilio. Desde el deterioro ético y moral hasta el colapso de las normas cívicas, sociales y culturales, Guinea Ecuatorial se enfrenta a una crisis de valores sin precedentes.
En palabras de uno de mis
interlocutores, “Guinea Ecuatorial se encuentra en un estado de decadencia
que sobrepasa los relatos de Sodoma y Gomorra”. Este deterioro abarca todos
los aspectos de la vida pública, desde la falta de valores éticos en la clase
gobernante hasta la creciente normalización de comportamientos aberrantes que
afectan especialmente a los más vulnerables: los niños y las mujeres.
Uno de los aspectos más
dolorosos que he conocido en estas conversaciones es la creciente denuncia de
abusos sexuales contra menores de edad en el ámbito educativo. Profesores,
figuras que deberían ser ejemplos de moralidad y custodios del futuro de nuestros
niños, han sido señalados por aprovecharse de su posición para abusar de
estudiantes. Este problema, que ya es de conocimiento público, se ha convertido
en un tabú que las autoridades prefieren ignorar.
Otro de los episodios vergonzosos
que me trasladan estos compatriotas con los que hablo es la circulación de
vídeos sexuales que involucran a un nieto del dictador, conocido como Bello, y
a figuras de la élite gobernante, entre ellas la propia primera dama. Este
escándalo, que ha recorrido el continente africano y ha llegado incluso a Iberoamérica,
refleja el nivel de degradación moral en el círculo más íntimo del régimen.
No se trata solo de actos
bochornosos; es una afrenta a toda una nación. Los responsables de este tipo de
comportamientos no solo han traicionado al pueblo guineano, sino que también
han mancillado el nombre de Guinea Ecuatorial a nivel internacional. Mientras
tanto, el régimen intenta ocultar su descomposición moral con estrategias
políticas vacías y alianzas que no resolverán los problemas de fondo.
Además de la descomposición
social, el régimen busca desesperadamente consolidar alianzas estratégicas para
garantizar su supervivencia. El presidente de Guinea Ecuatorial, Obiang Nguema
Mbasogo, recibió el pasado 1 de diciembre al viceministro de Defensa de Rusia y
una delegación de alto nivel. El encuentro, que contó con la presencia de
ministros y altos mandos de defensa y seguridad de Guinea Ecuatorial, se centró
en fortalecer las relaciones diplomáticas, especialmente en el ámbito de defensa
y seguridad. Este encuentro forma parte de un marco de cooperación estrecha
entre ambos países, tras dos reuniones previas entre Obiang y Putin este año, y
buscó ultimar detalles para implementar acuerdos bilaterales en beneficio de
sus gobiernos.
Teodoro Obiang Nguema, al
percibir que su poder está en peligro, intenta mostrar fortaleza recurriendo a
nuevos aliados, pese a haber dependido históricamente de Estados Unidos.
Pero detrás de estas maniobras
diplomáticas se esconde un régimen debilitado y una familia gobernante asediada
por la incertidumbre sobre su futuro. Las señales de desgaste son evidentes, y
los nubarrones que se ciernen sobre ellos no son solo políticos, sino también
morales y sociales.
En este contexto, hago un llamamiento
a los líderes del régimen: liberen a todos los presos políticos de
conciencia, ofrezcan atención médica gratuita en urgencias y aseguren que
ningún guineano muera en las calles por falta de recursos. Lleven a los
tribunales a los responsables de abusos contra menores, como algunos docentes y
dirigentes de la dictadura y enfrenten con responsabilidad la degradación
social que ustedes mismos han fomentado.
Por lo tanto, exijo al régimen
que tome medidas inmediatas para poner fin a esta tragedia. Los culpables de
estos crímenes deben ser llevados ante la justicia, y las instituciones
educativas deben convertirse en espacios seguros para nuestros niños. La
inacción en este asunto no solo perpetúa el sufrimiento de las víctimas, sino
que también socava aún más la confianza de la sociedad en un sistema ya
colapsado.
El pueblo guineano no olvidará
sus actos, y tarde o temprano la factura será cobrada. La transición política
es inevitable, y nosotros, desde el exilio, seguimos trabajando incansablemente
para que Guinea Ecuatorial recupere su dignidad, democracia y justicia.
Es hora de que los guineanos que
estamos en la diáspora podamos volver a casa en libertad y que nuestro país
inicie un camino hacia un futuro de esperanza y prosperidad para todos. Guinea
Ecuatorial merece más que el legado de un régimen corrupto; merece un
renacimiento basado en los valores de justicia, igualdad y respeto por la vida
humana.
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