Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial
En el teatro de la historia humana, dos actores principales han protagonizado una lucha épica desde tiempos inmemoriales: la democracia y la tiranía. Estos sistemas de gobierno, antagónicos por naturaleza, representan dos visiones radicalmente opuestas del orden social y la libertad individual. En esta balanza de poder, la democracia emerge como la única fuerza capaz de sostener el peso de la libertad y la esperanza, mientras que la tiranía, inevitablemente, se desploma bajo el peso de su propia opresión.
Estos dos actores centrales han competido por el papel protagonista desde tiempos remotos: la tiranía y la democracia. Como espectadores en esta obra épica, hemos presenciado el desfile de líderes autocráticos, emperadores despóticos y dictadores tiránicos como el propio Teodoro Obiang Nguema, cuyos mandatos han dejado cicatrices indelebles en la sociedad. Sin embargo, también hemos sido testigos del resplandor de la democracia, donde la voz del pueblo se convierte en el motor del progreso y la libertad.
La democracia, con sus raíces
profundamente arraigadas en la voluntad del pueblo, florece como un jardín de
diversidad y debate. Es el lugar donde las voces de todos, desde el humilde
campesino hasta el erudito académico, son igualmente valoradas y escuchadas. En
este escenario, la libertad de expresión y la participación ciudadana son los
pilares sobre los cuales se erige el edificio de la sociedad. La democracia no
solo permite el cambio pacífico y la reforma continua, sino que también fomenta
la tolerancia y la comprensión mutua entre sus ciudadanos. Es eso por lo que
apostamos en el Partido del Progreso.
Desde hace mucho tiempo venimos clamando
por la unión de los políticos que estamos por el cambio de rumbo en Guinea
Ecuatorial, que ya está bien. Necesitamos que los calabozos del régimen dejen
de ser los sórdidos agujeros en donde tirar a los disidentes. Trabajamos por el
regreso de los exiliados a su tierra y queremos que todos juntos apostemos por
la unión, las elecciones libres y la dignidad para todos los guineanos.
La tiranía de nuestro país, con
su manto de opresión y control, ha pretendido dominar la escena, imponiendo su
voluntad sobre las masas. Pero, como todos los tiranos de la historia han
aprendido amargamente, su reinado de terror nunca es duradero ni satisfactorio.
Porque, en última instancia, la tiranía se convierte en su propia cárcel,
aprisionando no solo a los oprimidos, sino también a los opresores.
Hace unos días disfrute de un
vídeo, que me llego al teléfono, en el que una chica, muy educada y sosegada,
llamaba seriamente la atención al dictador Obiang Nguema. Puso unas
declaraciones de este en el que se quejaba de que los “OBSERVADORES
LEJANOS” le tildaban de déspota y que estaba preocupado por cómo sería
recordado por la historia. La muchacha está impecable y el documento es un
botón de muestra de la profunda ineficacia, ineptitud y falta de valores que
representa la dictadura en Guinea Ecuatorial.
En el escenario de esta tiranía,
el poder se concentra en manos de unos pocos, mientras las voces disidentes son
silenciadas y los derechos humanos son pisoteados. La riqueza y el bienestar se
convierten en privilegios de esta élite corrupta, mientras la población sufre
bajo el peso de la injusticia y la desigualdad. Pero incluso los tiranos más
despiadados no pueden escapar del inexorable juicio de la historia.
Es cierto que Guinea Ecuatorial
es una república pequeña. Es verdad que somos un pueblo pacífico y con nulos
medios para hacernos oír, pero poco a poco vamos aprendiendo, estamos uniendo
nuestras manos y tenemos la firme determinación de que a este tirano no le va a
sustituir otro sátrapa.
También sabemos que, la
democracia brilla como un faro de esperanza en medio de la oscuridad. En su
esencia, la democracia reconoce la dignidad y el poder inherente de cada
individuo, otorgándoles el derecho sagrado de participar en el destino de nuestra
nación. Aquí, en el escenario democrático, la diversidad de opiniones es
celebrada, y el debate público es la piedra angular de la toma de decisiones. A
través del voto y la participación activa, los ciudadanos se convierten en los
arquitectos de su propia sociedad, forjando un futuro basado en la justicia, la
igualdad y la libertad.
Pero, como he expuesto otras
veces, la democracia no es solo un sistema político; es un espíritu que permea
todos los aspectos de la vida social. Los educadores, los líderes comunitarios
y cada individuo tienen un papel vital que desempeñar en la defensa y promoción
de los valores democráticos. Desde las aulas de nuestras escuelas hasta los
pasillos del poder, debemos cultivar una cultura de respeto mutuo, diálogo
abierto y compromiso cívico. Porque, en última instancia, la fuerza de una
democracia radica en la voluntad y la participación activa de su pueblo.
En este cruce de caminos entre la
tiranía y la democracia, cada generación enfrenta una elección trascendental.
Podemos optar por el camino fácil de la sumisión y el silencio, permitiendo que
la oscuridad de la opresión nos envuelva. O podemos entonar el grito de la
libertad, desafiando valientemente a aquellos que intentan extinguirla. La
historia nos enseña que, aunque el camino de la democracia puede ser difícil y
lleno de obstáculos, es el único sendero que conduce a un futuro de esperanza y
dignidad para todos.
Una última reflexión, la balanza
de la libertad se inclina inevitablemente hacia el lado de la democracia.
Porque, aunque la tiranía pueda parecer invencible en el momento, siempre lleva
dentro de sí las semillas de su propia destrucción. Y en el resplandor de la
libertad, encontramos el poder para superar incluso los desafíos más
formidables.
Como demuestra la mujer del
vídeo, en cada corazón que late con el anhelo de justicia y libertad, en cada
voz que se alza en defensa de los oprimidos, encontramos la promesa
indestructible de un mañana mejor y así será porque Guinea Ecuatorial se lo merece.