Por Pergentino Tito Oyono Nguema, Secretario de Finanzas del Partido del Progreso
Cuando una determinada sociedad apuesta por un modelo de desarrollo, lo debe asumir con la asunción de todas las consecuencias; tanto, los pros como los contras. A lo largo y ancho de la historia, los gobernantes con mayor grado de ambición para sus pueblos siempre han apostado por un modelo de desarrollo próspero que adecúe a las circunstancias, necesidades y prosperidad para sus conciudadanos que no conlleve ningún ápice o influencia de aciago en la sociedad.
El desarrollo lo es todo y no debe enervar a nadie con buenas convicciones morales y socio-políticas. Hay países que han acertado en la elección de su modelo de desarrollo y, presumiblemente se ha reflejado en el IDH(índice de desarrollo humano) de sus ciudadanos sin orquestar ninguna oposición social. El pueblo quiere vivir y caminar alegremente en su heroicidad con una convergencia de desarrollo en todas sus dimensiones.
En ocasiones, cuando se habla de cualquier modelo de desarrollo socio-económico, siempre se debe y necesariamente hacer un paréntesis a un plan de industrialización que ha adoptado cada país en función de sus necesidades, ambición y exigencia social. A modo de verbigracia, algunas regiones o continentes como es el caso del Sudeste Asiático, América latina y África; el caso del Sudeste Asiático, encontramos con claras diferencias; lo que con acierto los gurús de la economía bautizaron como "el gran milagro Asiático" por haber centrado su modelo de desarrollo económico en la industrialización basado en su elevada tasa de ahorro, en el incremento del capital físico y humano, en la mejora del sistema educativo y en el aumento de la productividad, respectivamente. Bien claro; en el lado opuesto, encontramos la situación de otros continentes como es el caso de América latina y África subshariana. Desde aquí podemos afirmar que en el caso del primero (América latina), hasta los años 1900, no se consideraba ni mucho menos como una zona subdesarrollada por las grandes cantidades de recursos naturales y su inmensa tierra cultivable, pero, a partir de los años 1920, su crecimiento se estancó por las constantes bajas de ahorros, la inestabilidad política creando así una elevada tasa de inflación; situación que los países del Sudeste Asiático (China, Singhapur, Corea del Sur,....) habían superado con notabilidad positiva.
Cuando un país opta por un modelo de desarrollo, lo debe hacer con firmeza y con un proyecto viable, duradero y no caduco. Porque las decisiones que a lo largo de los años pasados han ido tomando los países de América Latina influyeron en sus grandes endeudamientos, situación que obligó a sus gobiernos inestables tener que pagar muchos intereses, arruinando así las arcas de sus estados; que el alto índice de su endeudamiento podría haber invertido en proyectos de desarrollo tal como lo hicieron los países del Sudeste Asiático. Y, finalmente nos aterrizamos en el Continente de África y concretamente en el África Subsahariana con sus 49 Estados y con una densidad de población de más de 1000 millones y además muy jóvenes y cuenta con grandes reservas de recursos naturales que podrían ayudar a generar un enorme crecimiento económico inclusivo y poner fín a la situación de extrema pobreza que padece la región. Hemos de subrayar que en estos 49 Estados viven el 50% de la población mas pobres del planeta; una situación muy lejos de solventarse hasta la fecha. Es una situación de pobreza que aun persiste durante décadas debido a la gran densidad de conflictos armados provocados que desestabiliza la región. También la inadecuada situación geográfica, las enfermedades endémicas, la inestabilidad política permanente, la corrupción obligada por las carencias sociales, el amiguismo, las influencias de consanguíneas en la administración política, hacen difícil invertir en proyectos que garanticen cualquier modelo de desarrollo social en el continente.
Nuestro país, Guinea Ecuatorial, no es la excepción debido a su poca extensión territorial, con una densidad de población muy ínfima, pero con altos porcentajes de reservas de materias primas; prueba de ello, este pequeño país siendo el tercer productor del oro negro en su continente, lleva explotando el petróleo durante más de seis largos lustros; que a día de hoy, ningún oligarca explica el destino de los ingresos generados y provenientes por la extracción del oro negro, entre otras cosas.
Para que prospere una sociedad o país, su calidad de vida debe basarse en la producción de bienes que genere mas riqueza, y por tanto, la creación de empleo. Desde hace más de tres décadas que el PNUD creó el indicador IDH(índice de desarrollo humano) que mida el grado del progreso humano en cada país; donde nuestro país(G.Ecuatorial) ha ido cosechando su desaprobación y en la medición del coeficiente de GINI, medida que entierra cualquier desigualdad social entre los individuos de un mismo suelo patrio.
Guinea Ecuatorial, desde su órbita económica, podemos afirmar que sería un país afortunado si hubiera un reparto equitativo y buena gerencia de su erario público entre la poca población que habita en él y basado también en su enorme fortuna que ha tenido durante más de 32 años por la explotación del petróleo y otros metales de enorme valor en los mercados internacionales. El caso de Guinea Ecuatorial se puede también referenciarse en el consenso de entre los múltiples analistas económicos, que si en un país no existe un mayor crecimiento económico, es difícil que haya mejor calidad de vida entre los ciudadanos. De verdad, y con toda mi humildad, nos gustaría, que algún día los oligarcas de nuestro país pudieran explicar al pueblo sus extravagancias el destino de nuestros recursos; si una élite política, explotando todos los recursos naturales del país, no es capaz de garantizar el suministro de agua potable ni el fluido eléctrico a su población; entonces deben replantear su presencia al frente de la administración estatal donde dependen las vidas de las personas. Aquí no se trata de hacer una comparación extrema entre los países ricos, desarrollados, en vía de desarrollo, los países pobres y los más pobres; pero, se trata de hacer una somera comparación entre los distintos niveles con esos países.
Si el gigante asiático (China) ha llegado a cumplir con los estándares y las exigencias de la ONU de sacar a 100 millones de sus ciudadanos de la extrema pobreza en tan sólo ocho años; por lo que, habiendo voluntad y amor a la patria por parte de nuestros gobernantes, también lo pueden conseguir. Nuestro país con una población de 900.000( censo real) y si sus gobernantes propusieran, aunque sea sólo un porcentaje de 3% anual, creo yo que serían, por lo menos unas 27000 conciudadanos anuales los que saldrían de la extrema pobreza y en treinta años, unas 810.000 personas que no vivirían de la extrema pobreza. En todo caso, es un debate que nos atañe permanentemente como guineanos que somos. Todos sabemos que el origen de la falta de planificación y el subdesarrollo en el continente africano se debe a muchos factores internos y externos tal como he reseñado anteriormente, pero con un elenco común; la falta de patriotismo, compromiso social y de buena planificación por parte de los dirigentes africanos de turno. Deben valorar que cualquier crecimiento es sustancialmente parte del desarrollo, y si no hay crecimiento, no se puede hablar de desarrollo social porque ambos conceptos se complementan entre sí.
El modelo de desarrollo que perfilamos para la Guinea del futuro, es un modelo de desarrollo global donde todas las instituciones financieras y políticas funcionan al "son de la modernidad", sin cortapisas ni puertas giratorias, una administración que ponga fin al "vuelva usted mañana", que desvincule de la administración fraterna actual. Nosotros, desde nuestra órbita, siempre hemos apostado por un modelo de desarrollo basado en una economía de libre mercado como motor de todas las mejores economías del mundo que pilote con éxito un buen sistema sanitario, la agricultura, la educación de calidad, por una administración con transparencia sin desafíos; de un modelo de desarrollo que acepte, que respalde y garantice la inversión extranjera como motor y línea de desarrollo en cualquier país con sed de desarrollo. Estamos muy seguros que cualquier país que quiera garantizar la inversión extranjera deba partirse desde la implantación de un sistema bancario sólido y seguro, que cumpla con todos los dictámenes de la política monetaria diseñada por el Banco Nacional del país; que a su vez, sea aceptada y correspondida por la red de Bancos comerciales que operan en el país para que se pueda financiar los distintos proyectos sociales para el bienestar de sus oriundos.
Nuestro modelo de desarrollo ha de ser una imitación positiva y modélico de otros países desarrollados, porque el planteamiento y propuesta de un gobernante serio no debe suponerse una quimera que desprenda la esperanza de sus conciudadanos. Guinea Ecuatorial, vive permanentemente en una situación asimétrica por una dictadura continuista (tío y sobrino) que llevan gobernando el país con mano de hierro durante once largos lustros sin acometer infraestructuras sociales como hospitales, escuelas, servicios sociales y con un adiestramiento a la población con consignas y discursos melifluos sin visos de prosperidad para el presente y futuro de las generaciones del país. Si nosotros apostamos por una economía de libre mercado, es por las consecuencias positivas y el legado que conlleva en el marco de desarrollo en otros países y en cualquier sociedad. Una economía de libre mercado evita la confluencia de competencia entre los oferentes y evita todo tipo de cártel entre los sectores para que los mercados vivan con el equilibrio entre los oferentes y demandantes.
Optar por un modelo económico próspero implica garantizar y fomentar la inversión extranjera, así como promover el pleno empleo. Entre las primeras y más importantes medidas de nuestra propuesta política se encuentra la erradicación del desempleo juvenil, que afecta al 90% de los jóvenes guineanos, y proporcionarles oportunidades que les permitan convertirse en agentes de cambio y creadores de su propio futuro. Hasta ahora, estos jóvenes han vivido sin acceso a oportunidades que aseguren su porvenir. Sin embargo, a pesar de la ausencia de esperanza en un estado de bienestar social, continúan esperando con paciencia. Como dice el dicho, la paciencia es la madre de la ciencia, lo cual nos lleva a deducir que el cansancio podría considerarse el padre de la paciencia.