Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del
Progreso de Guinea Ecuatorial
Recientemente leí en la prensa que una mujer, británica creo,
se suicido tras ser agraciada con un gran premio de la lotería. Esta persona
dejó una carta en la que explicaba que su vida había pasado de una existencia
mísera a una dimensión que la había sumido en el caos, la angustia y la
desesperación.
En no pocas ocasiones observamos como muchos que pasan de una realidad muy precaria a otra dónde la abundancia y la riqueza se vuelve normal no se adaptan y terminan teniendo más problemas que antes. La paradoja de estas historias reside en que muchos no están preparados, no saben o se equivocan a la hora de gestionar el repentino cambio de sus vidas.
Nosotros, los guineanos, vamos a pasar, si Dios quiere, de
una realidad como la que vivimos a otra diametralmente opuesta.
Ahora no somos dueños de nuestras vidas más allá, en el mejor
de los casos, de nuestro ámbito personal. El Estado está en manos de una banda
de gente muy corrupta que solo atiende a la llamada de su jefe y en la que el
resto de los guineanos les importamos muy poco. Nadie va a contradecir al
patriarca o a su hijo ni a nadie de la familia o protegidos por el clan. Guinea
Ecuatorial es su finca, su terreno, y disponen de todos los recursos para sus
caprichos. Los demás hemos de sobrevivir como se pueda. Muchos nos fuimos al
exilio, otros quedaron prisioneros y a merced de lo que les dejaran hacer. Hay
quién a muerto a manos de estos bandidos sin posibilidad de defenderse y no hay
que olvidarse de los que sufren los calabozos y las cárceles por las
arbitrariedades de un país sin Ley cuando se trata de disentir con el régimen.
Todo esto va a cambiar más pronto que tarde.
Cuando ocurra lo inevitable tendremos que estar preparados.
Tenemos que gestionar bien la transición si queremos disfrutar de un espacio de
libertad y progreso. El paso de la tiranía a la democracia es un proceso
delicado que precisa de la responsabilidad de todos nosotros. Esto es como una
orquesta, tenemos que estar afinados y coordinados. No valen los versos
sueltos, ni los personalismos; menos aún, la ley del más fuerte. Nos estamos
jugando el futuro de nuestra gente, pequeños y mayores. Tenemos la
responsabilidad de luchar por nuestra Nación, por nuestras familias y por
nosotros mismos. No podemos dejar que el más violento o el que menos escrúpulos
tenga, lidere este cambio irremediable.
Los políticos estamos obligados a hacer posible el
entendimiento de todos. Hay que conseguir que el diálogo y la cordura impere en
nuestras decisiones. Establecer unas normas de imprescindible cumplimiento y
transitar, sin descanso, hasta desembocar en un proceso electoral en el que
todos los guineanos elijamos el Gobierno que queremos para nuestro país.
Los funcionarios, fuerzas de seguridad y militares han de
velar, objetivamente, por que la ley se cumpla escrupulosamente y sin tomar
partido por ninguna opción. Como instituciones estatales han de mantener una
correcta neutralidad.
La Comunidad Internacional, así se lo pediremos, tendrá que
garantizar, con observadores y otros medios, la limpieza y transparencia de
todo el proceso.
Los habitantes del país, de Guinea Ecuatorial, han de elegir
en libertad a sus representantes en un ambiente de paz y respeto por todas las
ideas.
Si somos capaces de llegar a este escenario, habremos ganado
el futuro para todos. Si esperamos a que alguien venga a resolvernos el
problema, habremos fracasado.
La libertad no es algo que se consiga de manera automática,
la tenemos que pelear. No saldrá gratis el progreso, la paz social, la apertura
para desarrollar nuestros negocios o aspiraciones profesionales. Tenemos que
ser exigentes con el país que queremos para vivir y para eso hemos de gestionar
con solvencia y honradez nuestros deseos de libertad y prosperidad.
Está en nuestras manos. No desaprovechemos la ocasión que nos
brinda la historia.