Por PAULO JORGE AGOSTINHO
Guinea Ecuatorial tiene cinco aeropuertos nuevos, dos puertos, decenas de escuelas y universidades y kilómetros de autopistas por donde pasan coches de contratistas.
En muchas de estas obras, algunas faraónico como el centro
de congresos de Sipopo dos veces el tamaño del Centro Cultural de Belém, hubo
trabajo portugués.
Es el caso de los peajes en la capital, Malabo, un sistema
electrónico que hoy es completamente manual, con funcionarios que levantan las
cancelaciones.
Gregório era conductor de taxi antes de ser obligado a pagar
una licencia de circulación hace un año. Hoy está desempleado y pasa el tiempo
vendiendo tarjetas de saldo de teléfono móvil en los paseos de Malabo. Y casi
nunca pasó por esos peajes.
"A la vuelta, sólo pasaba cuando alguien me pide ir por
ahí", explica Gregorio, de zapatillas, sentado a la sombra de un arbusto
al lado de una placa donde se puede leer "Se vende saldo". En Guinea
Ecuatorial "no hay dinero para nada, ni para los extranjeros ni para
nosotros, sólo para ellos", dice.
"Ellos" son los gobernantes, aliados de Teodoro
Obiang Nguema Mbasogo, en el poder desde 1979. "El dinero que había sido
para los extranjeros construir cosas para ellos ganar dinero, después vino la
crisis y esto acabó", añade Jerónimo Ndong, activista y, dirigente
político de la oposición.
En los últimos diez años, Guinea Ecuatorial se transfiguró.
Fueron construidos miles de nuevos equipos, con millones de toneladas de
cemento (un montón de origen portugués, Secil) en todo el país. Algunos de los
edificios de Malabo 2, una nueva ciudad construida de raíz en la selva junto a
la vieja ciudad, de traza colonial, ya presentan signos de degradación
evidentes.
"Aquí conquista la selva de todo, si no tenemos
cuidado," un empresario portugués que vive en el país.
Hace tres años, al entrar en el país de la Comunidad de
Países de Lengua Portuguesa (CPLP), que estaban cerca de un millar de portugués
en el país. Hoy no son más que 50. "Y la mayor parte está aquí sólo para
recibir atrasados", dice otro empresario, que prefiere mantenerse anónimo.
"No es una cuestión de miedo, es porque todavía tenemos
negocios pendientes", explica.
La crisis en los precios del petróleo diezmó la liquidez del
país. "Ellos pagaron siempre, sólo que ahora no hay dinero", dice uno
de los empresarios contactados por Lusa.
A diferencia de otros países, el Estado de Guinea Ecuatorial
reconoce la deuda, pero eso no es suficiente para que las empresas portuguesas.
"Se necesita una gran cantidad de dinero que tenemos aquí y muchos han
fracasado", dijo el cónsul honorario portugués, Manuel Azevedo, teniendo
en cuenta que los retrasos de distancia muchos inversores.
"Tengo millones para recibir, es sólo reuniones,
reuniones, conversaciones y nada de dinero", desabafa a un empresario.
A eso se suman dificultades nuevas en retirar el dinero del
país. "Es una cosa nueva: ahora las transferencias son más difíciles, es
necesario justificar y se demora más en el proceso", subraya Manuel
Azevedo.
"No hay dinero para los gastos corrientes, los
empleados reciben y trabaja el país. Hay dinero para la inversión", dijo
un constructor portugués, que está preocupado por la degradación de los
trabajos más recientes. "Como están debiendo dinero, aceptan cualquier
obra y en cualquier condición", dice, mostrándose pesimista con el escenario
del país.
"El problema no es invertir, sino garantizar la
inversión y que las cosas funcionan después de la inversión", dice.
El país fue una vez un 'Eldorado' para las empresas
portuguesas invertidos en África. Pagaban bien, rápidamente, exigían obras y no
existía burocracia. "Hoy el escenario se ha cambiado:" los chinos
están tomando cuenta de las obras, ellos (los equato-guineanos) pagan con
petróleo y todos se ponen contentos. Muchos extranjeros están saliendo y los
que quedan son los que no pueden hacerlo porque tienen cosas que recibir
", explicó un empresario.
Manuel Azevedo se muestra ahora preocupado por el futuro del
país. "Tenemos muchos edificios sin gente, cerramos las universidades y
edificios que no fueron abiertas", el cónsul portugués.
"Está todo por hacer, tenemos escuelas, con aulas con
equipamiento de última generación, todo montado, y luego no hay alumnos",
dice un empresario. "Parece que el tiempo se ha detenido, no se decide
nada", añade.
El cónsul honorario portugués cree que la "primera fase
de desarrollo" del país se ha completado. "Ellos ya tienen
infraestructuras, ahora tienen que ocuparlas, son necesarios alumnos, cuadros,
gente", defiende Manuel Azevedo.
En su opinión, su ubicación estratégica permitiría a Guinea
Ecuatorial ser la "puerta de entrada en África Central".
"Tiene" todas las condiciones logísticas ", dice Manuel Azevedo.
Lo que falta es "abrirse al mundo". Sin embargo, este detalle es el
más difícil de concretar.
Manuel Azevedo admite que el país "no tiene otro
remedio que no sea abrirse al mundo", so pena de convertirse en un
"país fantasma", con "inversiones paradas", sin ninguna
viabilidad económica. Son decenas los palacios del Presidente y de su hijo, que
es también vicepresidente. "No hay futuro aquí, nuestro futuro es esperar
que se vaya", dice Jerónimo Ndong.
En el continente, en la ciudad de Oyala, también conocida
como Djibohlo, se construyó una nueva megalópolis para un país con poco más de
1,2 millones de habitantes. Allí, el gran hotel de cinco estrellas, con más de
un centenar de habitaciones, tiene una tasa de ocupación del 5%.
El nuevo centro administrativo fue un sueño del Presidente
que quería transferir la capital de la isla de Bioko al continente, buscando
aproximar al centro administrativo del país de las zonas de influencia de la
etnia a la que pertenece, los Fang.
Hoy, la crisis del petróleo y la falta de inversores
privados en la nueva ciudad están condenando el espacio al abandono. "Esa
ciudad va a ser un problema porque está rodeada de selva por todos lados",
admite un gobernante contactado por Lusa.
A pesar de ello, Manuel Azevedo sigue confiado. Guinea
Ecuatorial es un "suelo que ya ha dado uvas y va a volver a dar",
cree el cónsul, empresario en el país desde hace más de siete años.