Teodoro Obiang, el emperador negro
En cuanto llegó al poder, Teodoro Obiang Nguema, miembro del clan de los Mongomo y alférez formado en la Academia Militar de Zaragoza, puso en marcha todos los mecanismos diplomáticos de Guinea Ecuatorial para lograr lo que más ansiaba de España: un baúl repleto de calaveras. Después de años de gestiones, a mediados de los 80, un funcionario del Ayuntamiento de Barcelona se presentó en el palacio presidencial de Malabo con la macabra encomienda de entregarle al dictador en persona el cofre que guardaba los cráneos de sus antepasados, los reyes fang, hasta entonces expuestos en el Museo Etnológico de Montjuïc. Obiang, visiblemente nervioso, agradeció el presente y, mientras abría la caja con un gesto de devoción casi mística, preguntó al delegado municipal: «¿Usted cree que habrán perdido su fuerza?».
El dictador confiaba en que la energía ininteligible de un puñado de huesos, el alma irreal que contenía aquella carga de despojos, le sirviera para legitimar el nuevo régimen ante su pueblo, le transmitiera el vigor de los antiguos jefes tribales y le ayudara a ganarse el favor de la comunidad internacional. No sospechaba todavía que al norte de la isla de Bioko, donde está Malabo, enterrado bajo el légamo de siglos, se ocultaba un poder muy superior: el del petróleo.
Los yacimientos de Alba, Zafiro y Ceiba han convertido a Guinea y, por extensión a Teodoro Obiang, en el oscuro objeto del deseo de todas las potencias con influencia comercial en la zona, empezando por España, que pretende hacer valer, ahora, sus derechos 'relativos' como antigua metrópoli colonizadora y socia preferente de los primeros gobiernos del 'sobrinísimo' de Macías.
Ése es el contexto en el que se enmarca el polémico viaje a Malabo de una delegación parlamentaria encabezada por el presidente del Congreso, José Bono, y que ha levantando ampollas entre la oposición.
La visita, que comienza esta misma tarde, ha suscitado las críticas de IU, ERC, UPyD y BNG, las mismas fuerzas que 'plantaron' a Obiang hace cinco años en el Congreso. El portavoz del PNV, Josu Erkoreka, decidió descolgarse el pasado lunes aduciendo «diversos asuntos que atender en Madrid», y Duran i Lleida, su homólogo de CIU, ha asegurado en su blog que irá a Guinea «porque no tiene más remedio». Hasta ayer mismo el PP no confirmó que mantendrá a un representante en la comitiva.
La dialéctica está clara: aprovechar el 'filón' guineano, donde las corporaciones españolas, especialmente las energéticas y las constructoras, podrían hacer su agosto gracias a las inversiones estatales en obras públicas, o demonizar al sátrapa que aparece irremisiblemente en el 'top-ten' de los grandes tiranos del planeta. En 2009, Miguel Ángel Moratinos ya encabezó una expedición de 30 empresas con intereses en el país africano, entre las que se encontraban Repsol, Gas Natural, las eléctricas Unión Fenosa y Elecnor, y otras de los sectores de infraestructuras, transportes, turismo y agroalimentación.
El pastel es suculento: España es el tercer cliente y el segundo abastecedor de Guinea Ecuatorial, aunque el saldo comercial es negativo para nuestro país, que ese mismo año exportó 144 millones de euros e importó por un valor de 1.882 millones, casi un 98% de los cuales fueron productos petroleros.
Un nuevo panorama
En 1993, el régimen del 'emperador negro', 'el jefe', 'el pastor' o 'el hechicero' -como se conoce a Obiang, de 68 años, por su afición a 'contratar' 'brujos' de Camerún y Ghana para consultarles sus cuitas políticas y personales-, no importaba a nadie. Guinea era uno de esos rincones de África que únicamente parecían regirse por la crueldad o el absurdo, un estado pastichero, con su dictador de opereta, que arbitraba el destino de un millón de personas sin más sobresaltos ni injerencias que algún encontronazo puntual con la diplomacia europea. Pero ExxonMobil, Hess y Marathon tuvieron suerte en las costas de Bioko, y el petróleo comenzó a dibujar un nuevo marco de referencia en el que situar la dictadura. Para bien o para mal, los gobiernos occidentales y democráticos tenían que mojarse.
La prueba de fuego fueron las elecciones libres de 1995, las primeras, teóricamente, con garantías de proceso. La oposición llegó unida a las urnas y venció en 25 de los 27 municipios. Obiang detuvo el escrutinio. Desde entonces, 'El jefe' ha vencido en todas las citas electorales, con un porcentaje de entre el 95 y el 99% de votos a favor.
Así que por un lado están los números, y por otro las cuestiones éticas, directamente asociadas al «saqueo, el despilfarro, el nepotismo, la tortura, las violaciones y el asesinato masivo del que hacen gala Obiang y los suyos», en palabras del viajero y escritor Fernando Gamboa. «La medida de su psicopatía la da el mensaje que en julio de 2003 transmitió Radio Malabo. Un boletín informó de que era obligatorio considerar al presidente como un dios en la Tierra».
El 'boom' del petróleo no ha hecho más que agudizar sus paranoias, «su miedo a que alguien lo asesine». Las 'traiciones' de Felipe y Julián Ondó, pertenecientes a su círculo más íntimo, y varios intentos consecutivos de golpes de Estado (el último, en marzo de 2004), han hecho que ya solo confíe en su particular guardia pretoriana, un cuerpo de élite formado por ex militares marroquíes a los que llama sus 'ninjas'. El Ejército se responsabiliza de las tareas de 'control político' que, según los cálculos de las fuerzas opositoras, han costado la vida al 10% de la población desde 1979.
Por otra parte, la fortuna del 'gran hechicero' y de su 'clan' es incuantificable. En 2009, un informe del departamento de Justicia de los Estados Unidos admitía que «la riqueza de los Obiang se deriva de la gestión corrupta del petróleo, así como de la extorsión, el robo de fondos públicos y otras conductas punibles».
Mansión y jet privado
Su hijo, conocido popularmente como Teodorín, ejerce de ministro de Medio Ambiente, aunque a la vez es el dueño de la principal empresa maderera del país, una aerolínea, emisoras de radio y televisión, y hasta una discográfica, especializada en rap, con sede en Beverly Hills. La familia del 'jefe' tiene una mansión en Malibú valorada en 23 millones y un jet privado, que cuesta otros 25 millones.
Entre las obsesiones y los caprichos del dictador, según sus detractores, priman las mujeres. El ex consul honorario de Guinea Ecuatorial en España, Manuel Fernández Escandón, ya lo definió en su momento como «un hombre de bragueta fácil». Pero ahora, los intereses de Obiang padre son otros, sobre todo después de que se le detectara un cáncer de próstata en 1999. No quiere morir como un dictador, sino como un digno heredero de los reyes fang, a cuyas calaveras todavía pide consejo en largas ceremonias que organizan los hechiceros Mongomo y Ncodjuén. De ahí que haya celebrado por todo lo alto su reciente acceso a la presidencia de la Unión Africana, que se ofreciera a la UNESCO para patrocinar un galardón humanístico, y que ahora se procure el apoyo de los políticos españoles. Ansía, más que cualquier otra cosa, un bonito funeral de Estado. Que no lo cacen, como a su tío Macías, al que él mismo derrocó: perdido, sucio, asustado y loco, corriendo, medio desnudo, hacia la frontera con Gabón. Una alimaña huidiza que arrastraba por la selva dos maletas. Una estaba llena de dinero. En la otra solo guardaba anfetaminas.
Fuente: www.ideal.es