Por Sofía Montenegro
- La revolución de los jazmines
Lo más destacado del año que comienza ocurrió el 14 de enero en Túnez, el legendario lugar donde estuvo la ciudad de Cartago, cuna de Aníbal, uno de los más grandes estrategas militares de la historia, mismo que cruzó los Alpes con todo y elefantes en su pretendida conquista de Roma. El derrocamiento del presidente Zine El Abidine Ben Alí, por un movimiento popular tras 24 años de ejercer el poder con mano de hierro y tres reelecciones sucesivas, tiene algo de justicia poética puesto que llegó al poder tras el golpe de Estado que le propinó en 1987 a Habib Burguiba, padre de la independencia de Túnez. La fatal combinación de la crisis de alimentos, la falta de libertad y la corrupción extrema de Alí, provocó la explosión del pueblo tunecino y cuando menos se esperaba, tuvo que huir a toda prisa, toda vez que el ejército se negó a reprimir la revuelta de los ciudadanos. Según los conocedores de la sociedad tunecina, más que cuestiones económicas, la llamada revolución de los jazmines tiene su fuente en una crisis de “falta de expectativas” y las ansias democráticas del pueblo. Crisis que pica y se extiende hacia países como Libia, Argelia, Marruecos, Egipto y Mauritania, hasta las costas de Nicaragua.
- La concubina seudomandataria
Bajo el régimen de Ben Alí, Túnez devino una verdadera cueva de Alí Babá, puesto que la malhabida fortuna del exdictador tunecino y su clan familiar habría alcanzado los 8 mil millones de euros. Su mujer, Leila Trabelsi, considerada la “emperatriz de Túnez”, no sólo controlaba la economía del país – el negocio inmobiliario, turismo, hoteles, compañías de préstamo, bancos, telefonía, productos lácteos, líneas aéreas, grandes centros comerciales, supermercados, etc- sino que antes de huir hacia Arabia Saudita, pasó por el Banco Central retirando 1,5 toneladas de oro, por valor de 45 millones de euros, según la inteligencia francesa. Leila, la segunda mujer de Ben Alí, ascendió al poder desde una peluquería de barrio gracias a sus habilidades amatorias, entrando por ello en esa categoría de “género” que algunos denominan “concubina seudomandataria”. Entre las más connotadas de la actualidad están Grace Mugabe de Zimbabwe, que aparte de ponerle los cuernos al presidente con su mejor amigo, se hizo con decenas de millones de dólares por la venta ilegal de diamantes. Simone Gbabo, primera dama de Costa de Marfil, apodada por Le Figaro la “dama de sangre” por atizar las fuerzas de choque que ejecutan sus venganzas. Constancia, esposa del dictador de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang, que obliga a todos los alumnos de las escuelas públicas a comprar los uniformes de su fábrica. Pero las aventajó la reina de Cartago, pues no sólo ambicionaba los tesoros de la cueva, sino que quería suceder en el poder a Alí, que desde 2009 le permitía leer sus discursos para convertirla en figura política de su partido, la Asamblea Constitucional Democrática (sic).
- De Túnez a Managua
Tal vez la similitud más grande que encontramos entre la situación tunecina y la nica –aparte de la corrupción galopante, el desempleo y la carestía de la vida- es la falta de expectativas de la sociedad. Como en Túnez, aquí no hay expectativas de empleo, de mejorar el ingreso, de acceder a la justicia o de participar con libertad y garantías. Pese a que lo tiene prohibido de por vida, Ortega pretende reelegirse e instaurar un régimen vitalicio monopartidista –puesto que una oposición liberal-conservadora fantoche no cuenta-, teniendo en su puño a un Consejo Supremo Electoral ilegal y corrupto y una Corte Suprema idem. El clan Ortega-Murillo se enriquece y reserva para sí, la plata de Chávez y multiplica sus Alba-negocios, el acaparamiento de empresas y tierras, mientras regala los fondos públicos como parte de su campaña “pobrecitista”. Su primera dama, funge como primer ministro y acapara cuanto cargo se le ocurra: jefa de campaña, Coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía, jefa de los CPC, de la Alcaldía de Managua, de la bancada en la Asamblea, jefa del gabinete y seguramente, jefa de Hacienda. Creen firmemente que cerrando todas las puertas a una oposición legítima y digna, a la prensa y a la crítica, falsificando estadísticas y logros, haciendo fraudes, pueden sostenerse más allá de su ilegitimidad. No fueron los partidos con personería jurídica en elecciones amañadas quienes derrocaron en Túnez a Alí Babá y su reina, sino un pueblo sin expectativas y sin interlocutores, harto de los abusos del poder.
- La revuelta de los sacuanjoches
Dado que se ha vuelto “fashion” hablar de flores cuando de revoluciones democratizantes se trata, se me ocurre que a la que está por venir en Nicaragua deberá llamársele “la revuelta de los sacuanjoches” en honor a la flor nacional, cuyo potente y embriagador perfume puede sobreponerse al hedor que despiden políticos y partidos insepultos, la plaga de zancudos en la Asamblea Nacional y los nauseabundos magistrados que se apoltronan en los poderes del Estado. Un olor a sancuanjoche que barra con la fetidez de funcionarios cuyo único mérito aparte de haber sudado la camiseta partidaria, es la adulación y la obsecuencia con sus patrones. Cuando cada ciudadano que apaga anónimamente el televisor como protesta ante los absurdos y altisonantes monólogos presidenciales, salga a la calle a repudiar las mentiras oficiales y exigir democracia, pan y libertad, entonces florecerán los sacuanjoches. Mientras tanto, sólo veremos unas tarimas floridas adornadas por las flores del mal.