ABC Internacional Andres GERLOTTI
GUINEA ECUATORIAL
LA LUCHA DESDE ESPAÑA CONTRA LA DICTADURA DE OBIANG
«Guinea Ecuatorial está en la antesala del cambio», asegura en un restaurante madrileño Armengol Engonga Ondo, la voz más reconocible de la oposición al régimen represor que domina el país desde su independencia de España
La dictadura en Guinea Ecuatorial suma más de cinco décadas, incluyendo los 45 años de mandato de Teodoro Obiang Nguema. Es el presidente en funciones con el mandato más largo del mundo, y su legado es desolador. A pesar de que el país tiene una enorme riqueza petrolera y una de las mayores rentas per cápita del continente, la pobreza está extendida por todo el territorio. La cúpula gobernante sí ha tenido oportunidad de acumular fortunas y derrocharlas por todo el mundo, pero la enorme cantidad de dinero que ha ingresado al Estado debido a la exportación de petróleo no ha servido para garantizar un sistema de salud eficiente o educación básica para la población.
En el régimen de Obiang persisten las acusaciones de corrupción y de violación de derechos humanos. Censura, represión, encarcelamiento, tortura y muerte forman parte de la cotidianidad de los ecuatoguineanos. Dentro del país resulta imposible que una verdadera oposición se configure. Por eso quienes se oponen a su Gobierno se organizan desde el exterior. «Aquí podemos reunirnos sin miedo, sin pensar que entrará en cualquier momento uno de los matones de Obiang», dice desde Madrid Armengol Engonga Ondo durante una sesión de la comisión permanente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial (PPGE), la organización política (centro derecha) que preside.
Las jornadas de trabajo de la comisión permanente se producen con regularidad para discutir la actualidad sociopolítica del país y también los próximos pasos que dará el partido. La última tuvo lugar en un restaurante en Fuenlabrada, Madrid, y para poder asistir, algunos de sus miembros tuvieron que desplazarse desde Barcelona, Murcia, Las Palmas y Tenerife. Para otros el viaje resultó más corto, como para Engonga, que reside en Guadalajara desde hace cincuenta años.
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Engonga nació en Teguete, un pueblo ecuatoguineano, y llegó a España en 1967 cuando tenía 17 años. Como muchos otros jóvenes tuvo la oportunidad de instalarse en Europa para continuar su formación académica. Y en esos años, no había gran diferencia entre España y Guinea Ecuatorial, o al menos no alguna que Engonga distinga. Los españoles habían aportado un importante desarrollo económico y cultural, recuerda Engonga. «Aquella fue una colonización brillante», asegura, pero «la descolonización fue un desastre».
Antes de la independencia hubo divisiones en el seno del Gobierno sobre cómo debía ser la transición. «Algunos aseguraban que no debía darse tan pronto, de modo que hubiese tiempo para la formación de profesionales que dirigiesen el período poscolonial, pero otros, como José María Castilla, ministro de Franco, querían darse prisa. Además, la ONU también presionaba a los países alineados para la descolonización de sus territorios. Al final ganó la tesis de Castilla, y el 12 de octubre de 1968 se arrió la bandera española».
La comisión permanente del Partido del Progreso, presidida por Armengol Engonga, reunida en un restaurante de Fuenlabrada, Madrid. En la primera imagen, en la primera fila, de izquierda a derecha: Nieves Rosa González Sánchez, responsable de DDHH; Manuel Bang, secretario de relaciones exteriores; Rosendo Nguere, presidente del consejo local de Barcelona; Pedro Nsue, presidente honorífico del consejo geográfico de Cataluña; Metodio Obama, presidente del consejo provincial de Barcelona; Inocencio Nse Oyama, secretario de organización. En la fila de abajo: Juan Cuevas, secretario de formación; Alberto Esono Ondo, presidente del consejo geográfico de España,Armengol Engonga, presidente; y Victoria Udjilo, secretaria política de Mujer e igualdad GUILLERMO NAVARRO
Otro destino
Desde entonces el país tomó otro rumbo. Ese año Francisco Macías Nguema fue elegido como el primer presidente y paso a paso consolidó su poder absoluto. Antihispano y antioccidental, Macías cortó inmediatamente los lazos con España. Cerró las vías educativas hacia la península ibérica y abrió paso hacia Cuba, China, Corea del Norte y la Unión Soviética. El país viraba hacia el comunismo. Intentó borrar todo rastro del idioma español y también persiguió al cristianismo, por considerarlo una indeseada herencia europea. La joven democracia se convirtió en una férrea tiranía en poco tiempo. Se deshizo como pudo de sus adversarios políticos y también de sus colaboradores más directos. Comenzaba una época de terror y muerte que provocó un éxodo masivo de locales y extranjeros.
Engonga se vio obligado a permanecer en España. Su familia en Guinea Ecuatorial era testigo de todo lo que ocurría y le advirtieron que no debía regresar. No era seguro. Su propio hermano fue víctima de la represión. Estuvo tres años en prisión hasta que cayó el régimen de Macías y fue puesto en libertad. Pero a los 15 días, debilitado por las condiciones en las que había vivido, murió. «En esa época las oenegés de derechos humanos denunciaban que Macías había ordenado 100.000 muertes», comenta Engonga. Luego Macías fue depuesto por Obiang, su sobrino, y ejecutado, pero poco o nada cambió; una dictadura había sido reemplazada por otra.
Empujados a oponerse
La población ecuatoguineana no es tan grande; está sumamente entrelazada, así que la mayoría de las familias han sido afectadas por la dictadura y están, de alguna forma, vinculadas a alguna víctima. Otros miembros del partido tienen historias similares a las de Engonga. Con secuestros, encarcelamientos y muertes que prefieren no hacer públicas porque todavía tienen familiares en el país que podrían sufrir las consecuencias del régimen represor. «El Gobierno te empuja a ser opositor», comenta Manuel Bang, que regresó a Guinea Ecuatorial por trabajo durante los años 90, pero no soportó las intimidaciones del régimen. Él no era activista, no estaba involucrado en política, pero para Obiang, todo el que no esté a favor es un enemigo en potencia. Así Bang se involucró en el PPGE, no solo para protestar contra la dictadura, sino también para resguardarse, para encontrar protección entre aliados, que son necesarios en el país, pero también en el exilio.
A finales de 2019, cuatro miembros del Movimiento para la Liberación de Guinea Ecuatorial Tercera República (MLGE3R) —Julio Obama y Feliciano Efa, ambos ecuatoguineanos y españoles, y Martín Obiang Ondo y Bienvenido Ndong, residentes en España— fueron secuestrados en Sudán del Sur y llevados a Guinea Ecuatorial en el avión presidencial del dictador. Estaban buscando financiación para su organización. Sus familias y las autoridades españolas tardaron meses en ubicarlos. Y para cuando lo hicieron, habían sido condenados por un consejo de guerra, acusados de un intento de golpe de Estado en el que no consta que hubiesen intervenido. Fueron encarcelados en Mongomo y torturados. Y bajo la custodia del Estado, Julio Obama, de 61 años, murió. Las autoridades de Guinea Ecuatorial alegaron una supuesta enfermedad, pero el MLGE3R asegura que se trató de una «venganza» por la querella que habían promovido en la justicia española para que se investigara a Carmelo Ovono Obiang, uno de los hijos de Teodoro Obiang, por crímenes de lesa humanidad. Ovono se encontraba en España, pero se permitió su salida.
««¿Y cuál es la posición de España?», nos preguntan siempre que viajamos por los países», comenta Juan Cuevas, uno de los dirigentes del Partido del Progreso. «Pero España no tiene una posición». «Y las otras naciones todavía consideran que España tiene responsabilidad en la actualidad ecuatoguineana», añade otro militante.
Una reforma completa
Solo es cuestión de tiempo para que Obiang, de 82 años, termine cediendo el mando. La duda es lo que ocurrirá después. Pero los miembros del PPGE no creen que la caída del dictador implique el desmoronamiento de la dictadura. «Si no es Teodorín —el polémico hijo de Obiang—, será su mujer, y estará garantizada la continuidad», comenta MetodioObama, presidente del consejo provincial de Barcelona. Es necesaria una reforma completa.
«Guinea no puede sacudirse la dictadura por sí sola», explica Cuevas, citando uno de los informes que ha compartido el Departamento de Estado de EE.UU. sobre los derechos humanos en el país. «Por eso buscamos apoyos afuera». Para que la dictadura en Guinea Ecuatorial llegue a su final, es necesario que la comunidad internacional presione. Y eso es lo que persigue la oposición en el exterior, aprovechando las redes diplomáticas que han podido construir desde países democráticos para abogar por la libertad del país.
Cuevas no es ecuatoguineano, es sevillano, pero desde hace tiempo está metido de lleno en la causa democrática del PPGE. Engonga, que va sumando simpatizantes por donde pasa, lo involucró. Algo parecido sucedió con la canaria Nieves González; un conocido ecuatoguineano la invitó a indagar más sobre la situación del país y comenzó a mostrar su apoyo mediante Facebook, compartiendo y comentando publicaciones. Y a través de esos comentarios en internet, Engongaconectó con ella y pronto la implicó en las actividades del partido; hoy González se desempeña como la responsable del observatorio de derechos humanos del PPGE.
55 años de un régimen que ha impedido el desarrollo del país
La independencia de Guinea Ecuatoria, en 1968, condujo a Francisco Macías Nguemaal poder, quien dirigió el país con mano de hierro y lo llevó a la miseria. Entre muertes y exilio, la población fue diezmada.
Una década después, un golpe de Estado lo destronó y fue ejecutado. Teodoro Obiang Nguema, su sobrino, tomó el mando. La población se sintió aliviada después de tantos años de violencia y terror, pero la situación no tuvo mucha mejoría.
En los 45 años que Obiang lleva en el poder se han acumulado una infinidad de denuncias de malversación, censura, detenciones arbitrarias, juicios injustos y tortura. Actualmente, se estima que alrededor de 200.000 ecuatoguineanos viven en el exilio, alejados del régimen de Obiang. 60.000 de ellos en España.
En una lista de 180 países, Guinea Ecuatorial ocupa el puesto 172 de los más corruptos, según un estudio de Transparencia Internacional.
Para Engonga, Guinea Ecuatorial se encuentra en «la antesala del cambio» y él tiene las maletas preparadas para regresar a su tierra natal. Junto con su equipo, ha preparado un plan de gobierno de urgencia con el que pretende revertir tantos años de mala gestión. «Sé que vamos a encontrar un escenario caótico, pero me veo con capacidad para revertir la situación», asegura. «Lo mío es un modelo de reivindicación, de un modelo de sociedad».