martes, 11 de octubre de 2022

GUINEA ECUATORIAL: VIVA GUINEA ECUATORIAL LIBRE

Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial



Cuando tenía 18 años ya había salido del país y continuaba mis estudios en Tacoronte, Tenerife (España). La escuela, el instituto y todo mi bagaje académico y cultural lo traía de Guinea Ecuatorial. Estaba muy orgulloso de mi condición de guineano, aunque estuviera fuera de mi tierra.

La carrera que había elegido era complicada y había que manejar las ciencias con soltura. Me exigían matemáticas, biología, física y química y un montón de asignaturas que me ocupaban mucho tiempo. Cuando se llegó a la independencia estaba estudiando para Jefe de Explotación en la Escuela de Capacitación Agraria.



Algunos de mis compañeros de clase, al enterarse de la noticia de que Guinea Ecuatorial ya no eran las dos provincias de España y que se independizaba, se preocuparon por mí. Yo, la verdad, sentía que podía prestar un gran servicio a la recién nacida república y no estaba nada preocupado.

La vida allí me había llevado a España a estudiar las más modernas técnicas agrícolas del momento. Mi infancia transcurrió en un ámbito marcadamente rural dónde el café, el cacao y la madera eran protagonistas indiscutibles del día a día.  Soñaba con explotar la tierra y obtener ese fruto que con dedicación y esfuerzo sacaban adelante mis paisanos.



Supe de la independencia de mi país por los periódicos de la época y algunas noticias radiadas que buscaba en un viejo transistor de la escuela. Al principio no me preocupé demasiado, es más veía como una oportunidad lo que estaba pasando. Es importante destacar que la declaración de la independencia de Guinea Ecuatorial fue un acto pactado y pacífico, aunque con el paso de los días se terminó torciendo y muchos sueños, oportunidades y deseos se fueron por el agujero negro de las pesadillas.



Desde Canarias seguía con entusiasmo lo que estaba pasando. Leía con avidez la prensa y me fijaba en las fotos. Francisco Macías, era el primer presidente de la nueva república y, en representación de España estaba el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne.

El centro de la actividad política y social de Guinea Ecuatorial era la plaza de España en Santa Isabel. Aunque mi origen era de la zona continental, me gustaba ver las fotos que ilustraban los reportajes y me fijaba en esos edificios principales que se alzaban ante mis ojos como, por ejemplo, la catedral, con sus prolongadas torres de estilo neogótico. Las ilustraciones periodísticas destacaban edificios y construcciones coloniales, como la casa del gobernador general, que me llamaba mucho la atención, pues mostraba el escudo de España con el águila de San Juan, flanqueado por los escudos de las provincias de Fernando Poo y Río Muni, las dos en que estaba dividida administrativamente la colonia.



Todo me fascinaba. Las fotografías que reproducían las páginas de los periódicos que alcanzaba a leer y los que me traían algunos de mis amigos me llevaban a esa plaza ajardinada, ocupada por numerosas personas que presenciaban el desfile de algunas unidades de la Guardia Civil y el izado de la bandera guineana en el centro de la plaza. No puedo olvidar aquella tarde en el cine dónde más importante que la película fue el ver desfilar con espíritu y aire marcial varias formaciones de la Guardia Territorial de Guinea con sus vistosos uniformes blancos. Entonces, en mi juventud, eso de la televisión era un lujo inalcanzable y veíamos las noticias en el cine, antes de las películas, a través de un formato que ofrecía el gobierno y que se llamaba NO-DO (noticias y documentales). Cómo ha cambiado todo.



Ya ha pasado más de medio siglo, cincuenta y cuatro años, ahí es nada. Muchos nos quedamos varados en la otra orilla intuyendo un futuro incierto que no te animaba al retorno. Todo se paralizó y la corrupción, la violencia y la inoperancia se instalaron en la nueva república sin que nadie pudiera decir nada que contrariase la voz del dictador de turno.

Los sueños que quedaron aparcados no necesitan nada más que un pequeño empujoncito para que la foto fija del desengaño se convierta en el vibrante porvenir.



Estoy seguro de que lo vamos a conseguir. Hay que fundirse en un abrazo fraternal entre los hermanos de fuera y los de dentro. Tenemos un potencial maravilloso que será puesto al servicio de nuestra república. Somos un gran pueblo y estamos llamados a conseguir el cambio que anhela nuestro país. Guinea Ecuatorial no puede seguir siendo la finca de unos pocos. Guinea Ecuatorial somos todos.

Nunca es tarde si la dicha es buena. El tiempo pasado no lo podemos recuperar, pero está en nuestras manos ofrecer un buen futuro a nuestros hijos. Trabajemos por construir la patria que nos negaron. No dejemos que la desidia, la indolencia o el hastío, nos quite el valor de seguir combatiendo. Guinea Ecuatorial se merece un 12 de octubre cargado de esperanza.

¡Viva Guinea Ecuatorial libre de dictadores!