jueves, 4 de agosto de 2022

¿ESTAMOS PREPARADOS PARA ASUMIR EL RETO DE CAMBIAR EL DESTINO DE NUESTRO PAÍS?


Por Luciano Ndong Esono Oyana, Presidente del Consejo Geográfico del  PPGE en Reino Unido

Guinea Ecuatorial necesita de nosotros.  Necesita de sus hijos. Tal es así que deberíamos estar más que aprendidos tras tantos años de desaciertos. Me resultaría difícil asumir que esta travesía no haya sido suficiente, ni aleccionadora. No podemos por enésima vez dejarnos caer en el abismo político que nos ha hecho perder tanto tiempo y tantas generaciones. Quiero de manera deliberada ignorar que no seamos conscientes de la verdadera situación.
No hace falta demasiado para darnos cuenta de que la dictadura se desmorona. Todo lo que está sucediendo en Guinea, el espectáculo que de manera descontrolada estamos presenciando desde una posición privilegiada, sólo puede garantizar el final de un régimen que, de antemano, no debió existir. Nuestra historia no perderá tiempo en guardar un sito para redactar lo que ha significado esta desgracia de mas de cuatro décadas. 
La incompetencia de sus respectivos miembros, argumentada en la maldad de la familia presidencial, será catalogada según cada guineano, pero, su desaparición permitirá que podamos exteriorizar nuestro sufrimiento. El de un pueblo que pecó por exceso. Por ser generoso con alguien que, de su país de origen, Gabón, venía en busca de una vida mejor y encontró la acogida. ¿En qué nos equivocamos? Alcanzado el poder, aunque fuese por los métodos que ya todos conocemos, podía como mínimo, ofrecer un gesto de agradecimiento. Incapaz por sí sólo de dirigir con acierto los destinos de un pequeño pueblo, el complejo le obligó en centrarse en eliminar a nuestros hombres mejor preparados. Llegado a este punto, podemos divisar un horizonte claro sobre una Guinea Ecuatorial libre de todo relacionado con Teodoro Obiang Nguema Mbasogo.
Hay conceptos inequívocos que dan suficiente claridad para acertar con rigor el escenario de un futuro no lejano. Todas las salidas para las maniobras absurdas del dictador, están precintadas. La intimidación descarada contra la oposición, ha vuelto a cobrar más fuerza que en los noventa. Obliga a cumplir con una constitución suficientemente prostituida por él y los suyos. Ante su inminente salida, estoy convencido de que nuestra tarea no es servirnos de espectadores. No. Al menos aquellos que formamos el equipo del partido del Progreso de Guinea Ecuatorial, sabemos a ciencia cierta que, ante la marcha de un dictador, el vacío que se crea es tan notorio que nubla y eclipsa los conocimientos de aquellos que sólo se hayan dedicado a criticar los desaciertos del dictador y así, descuidar el aspecto más importante en el momento de producirse el cambio. Los demasiados años de infecto régimen no pueden garantizar una gestión seria y sensata a corto plazo a excepción de que te hayas preparado y hayas estado rodeado de gente preparada para asumir retos. Es en estos momentos se hace necesario tener preparado un grupo humano con ideas claras, espíritu de orgullo, amor a su país. Un grupo creado bajo el cobijo de unos principios e ideales capaces de generar certidumbre, perspectiva, confianza en la ya sufrida sociedad. Estoy convencido de que todos o casi la mayoría de los actores políticos involucrados en la tarea que nos ocupa, estamos convencidos de lo que queremos.  Queremos un país donde el pueblo sea el protagonista y quien decida por su futuro. Ahora bien, dado que ese es el común denominador, soñado por la mayoría de la población, veamos entonces y sin prejuicios, sino con generosidad, si somos capaces de articular un equipo capaz de dirigir una transición ordenada, seria y sin violencia, bajo el imperio de la ley.

Guinea Ecuatorial ha de estar preparado para una transición que desemboque en unas elecciones que ofrezcan todas las garantías democráticas. Ese es una faceta que no se nos debería olvidar. Una asignatura cuya prueba no ha podido superar el presumido dictador y los suyos en tantos años, sólo se han quedado en el ensayo. Ese gran reto y su gestión deben significar el gran distintivo indeleble que marcará la diferencia entre ellos, ineptos funcionales y el nuevo curso social que desde entonces adoptará nuestro pueblo.
Una transición debería significar el canal para desembocar en unas elecciones democráticas y con la legitimidad otorgada por el pueblo, establecer las bases políticas y sociales, en las que se asentará el nuevo estado democrático y de derecho. No puede un periodo de transición resultar una eternidad. En efecto, no debería superar los tres años. Bajo el consenso de poder ser acotado en el tiempo siempre y cuando los objetivos propuestos para el mismo hayan sido cumplidos, pero jamás prolongado.  
Algunos somos hijos de la primera dictadura, crecidos con la segunda y no estamos dispuestos a tener que lidiar con otra. Por lo que es necesario que luzca un ambiente de sosiego y tranquilidad. Alejado de toda crispación y enfurecimiento. Pueda que nuestra sociedad no sea capaz de volver al pasado y hacer realidad su eterno reclamo cual es, el regreso de los europeos, pero sí, alguien que se le parezca. Alguien sin compromisos, ni con la Guinea de Obiang ni mucho menos con la de Macías. Alguien que sólo entiende de ley y no de amistad frente a la legalidad, no de hermandad ante las instituciones. Alguien preparado siempre para un acercamiento sin omitir una sonrisa como preludio a una predisposición que haga de los temas de Guinea un verdadero escenario de concordia y cordialidad.


Nuestra sociedad ha sufrido demasiado y desde luego que, no necesitan otro prepotente, gente incapaz de entender que no están por encima de todos. No queremos quien tenga que esforzarse para exhibir una sonrisa. No podemos atravesar una transición donde se desprecie a todos, donde el que preside el gobierno trate a los miembros de su gabinete como meros súbditos. El odio y el rencor deben dejar de ser parte sustancial del quehacer cotidiano de los guineanos. Soñar con algo distinto debe darnos las primeras señales con la transición. No queremos ser esclavos de los distritos o las provincias, ni de poblados, queremos ser de Guinea Ecuatorial. Queremos algo distinto, y sólo podemos tenerlo si no mezclamos el odio y un rencor tan indecoroso como incomprensible. Vayamos al encuentro de nuestra sociedad, hagámoslos saber que valió la pena esperar. Lamentaremos siempre que hayamos perdido a tantos hermanos, pero ellos, nunca serán olvidados. No podemos dejarnos influir por la insensatez y el absurdo.

Siempre se ha hablado del eterno deseo del guineano a parecerse a un suizo, pero a día de hoy, creo que tenemos la enorme oportunidad de corregir el curso de las cosas y aspirar a ser mejores que los suizos.  Esta es la hora de asombrar al mundo en general y al continente negro en particular. Es momento de ser mejores y desplegar toda nuestra artillería pesada de conocimientos que hemos adquirido, hagamos valer la formación, no es momento de dudas, es hora de lanzarnos a superar a la dictadura. Nuestro pueblo debe sentir el crujir de sus hijos preparados para dar el salto cualitativo, tantos años esperado. 
Nadie en nuestra Guinea sobra, todos somos necesarios para levantar este vuelo, sorprendamos a todos por lo capaces que somos los guineanos de alcanzar la velocidad de desarrollo sin complejos. Se dice en algunos círculos que, si el perder la fe en uno mismo es la muerte, perderla en el prójimo quita años de vida. No padezco ni lo uno ni lo otro. Seamos generosos no para con nosotros mismos, sino para nuestro pueblo.  
Que el Señor se apiade de nosotros.