Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial
Aunque estemos en pleno agosto, un mes tradicionalmente marcado
por el estío y el descanso, Guinea Ecuatorial ha captado la atención
internacional, tanto en los medios de comunicación como en la opinión pública
global. El país se encuentra en medio de una tormenta política y social que
revela las profundas contradicciones y la grave crisis que enfrenta el régimen
dictatorial de Teodoro Obiang Nguema Mbasogo.
Recientemente, el dictador Obiang lanzó duras críticas contra su
propio gobierno saliente, calificándolos de incompetentes y
responsabilizándolos por la falta de soluciones a los problemas crónicos que
aquejan al país. Sin embargo, en una maniobra tan predecible como absurda,
menos de un mes después, ha reincorporado a los mismos funcionarios que había
descalificado, demostrando la falta de coherencia y seriedad en la gestión del
país.
En un sistema donde la corrupción sistémica y la incompetencia
manifiesta son la norma, la mediocridad es recompensada en lugar de ser
castigada. El régimen de Obiang Nguema se ha convertido en una máquina que
devora lentamente a sus propios integrantes, mientras observamos con asombro la
incapacidad de estos para enfrentarse a la degradación constante de la nación.
El último movimiento político del dictador, tan absurdo como intentar cuadrar
un círculo, ha desatado una crisis latente que se ha gestado durante años
dentro de su propia familia.
El conflicto interno en la familia Obiang ha salido a la luz
pública con una intensidad sin precedentes. Teodorín Nguema Obiang,
vicepresidente y posible sucesor de su padre, ha excluido a su hermanastro
Gabriel Mbega Obiang Lima, quien durante más de dos décadas fue el todopoderoso
ministro de Hidrocarburos. Este último, ahora marginado y sin acceso al poder y
al dinero, ha sido apartado de la escena política en un movimiento que refleja
las tensiones y rivalidades dentro del clan familiar.
Por otro lado, otro de los hijos del dictador, Ruslan Obiang Nsue,
exdirector general de la compañía aérea Ceiba, se encuentra actualmente
encarcelado. Se le acusa de haber vendido un avión completo a compradores en
las Islas Canarias, apropiándose del dinero de la venta. Su hermano, Teodorín,
pide una sentencia de 18 años de prisión firme para él, lo que subraya la
crueldad y la falta de escrúpulos que caracterizan las luchas internas por el
poder dentro de la familia.
Teodoro Obiang Nguema, en los estertores de su largo mandato, está
dejando a su familia y al pueblo de Guinea Ecuatorial una herencia envenenada y
caótica. Mientras el presidente no reconozca que el verdadero problema del país
radica en su propia figura y en su régimen dictatorial, nuestra nación seguirá
en un declive inevitable. Guinea Ecuatorial se enfrenta al fracaso y a la
irrelevancia como Estado, un destino trágico que solo podrá evitarse con la
exclusión del dictador y su familia del liderazgo nacional.
En medio de esta crisis, no podemos dejar de mencionar a la
primera dama y "dictadora consorte", Doña Constancia Mangue, quien el
pasado 20 de agosto celebró su cumpleaños con gran ostentación, sin escatimar
gastos, en un momento en el que el país atraviesa una grave crisis económica.
Su actitud, un reflejo del desprecio hacia el sufrimiento del pueblo, es un
ejemplo palpable de lo que no debe ser la conducta de los líderes en tiempos de
dificultad.
Ante tanta tensión y crisis política y económica, es más urgente que nunca la liberación de todos los presos políticos y el inicio de una transición política en Guinea Ecuatorial.