Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial
La situación actual de Guinea Ecuatorial se encuentra en uno de sus momentos más críticos debido a la profunda crisis económica y la corrupción endémica que atraviesa el país bajo la dictadura de Teodoro Obiang Nguema Mbasogo y su familia. Durante más de cuatro décadas, el régimen de los Obiang ha saqueado el erario público sin cesar, llevándolo al borde de la quiebra técnica.
La noticia más reciente es que tanto el anterior gobierno de
Obiang como el actual, recién formado, se encuentran en un estado de ruina
económica comparable a la bancarrota de un millonario que pierde su fortuna de
la noche a la mañana. Esta crisis ha provocado la incapacidad del gobierno para
cumplir con obligaciones básicas como el pago de salarios a funcionarios
públicos, militares y, especialmente, a los cientos de mercenarios extranjeros
que han sido contratados para proteger al régimen, incluidos rusos,
bielorrusos, ugandeses, entre otros. Todo esto con el objetivo de asegurar la
continuidad del poder en manos de la familia Obiang, incluso después de la
desaparición física del dictador.
Ante la gravedad de la situación financiera, Obiang ha intentado
obtener préstamos de los mercados financieros internacionales, recurriendo a
instituciones como China, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otras
entidades. Sin embargo, estas instituciones han rechazado rotundamente
cualquier solicitud de crédito, declarando al régimen insolvente. En lugar de
ofrecer apoyo financiero, han sugerido al dictador que utilice los fondos de
sus múltiples cuentas bancarias personales, resultado del dinero robado al
pueblo guineano. En resumen, le han recordado que los recursos que faltan en
las arcas del Estado están, de hecho, en sus bolsillos.
La corrupción desenfrenada que afecta al país también está
generando problemas internos en el núcleo del poder, particularmente para
Teodorín Nguema Obiang, vicepresidente y considerado el sucesor del dictador.
El futuro de Teodorín es cada vez más incierto debido a los múltiples
escándalos de corrupción que lo rodean y la creciente presión internacional
para sancionarlo. Recientemente, se ha reportado que Teodorín se ha ausentado
de sus responsabilidades en Guinea Ecuatorial y se encuentra en Asia, presuntamente
para un proceso de desintoxicación.
Mientras tanto, el régimen también ha recibido una visita
diplomática importante, portadora de un mensaje claro: Guinea Ecuatorial ha de transitar hacia la democracia una vez que termine la dictadura de Obiang. Desde
su independencia en 1968, es decir, durante 56 años, los guineanos no hemos
conocido lo que son las libertades individuales y colectivas como otros países
libres, democráticos y desarrollados. Nuestros derechos civiles han sido
sistemáticamente secuestrados y nuestro desarrollo, tanto económico como
social, ha sido completamente comprometido bajo el mando de los Obiang.
Por tanto, no se requiere mucha perspicacia para llegar a una
conclusión inevitable: los Obiang deben abandonar el poder. Durante décadas,
han infligido un daño incalculable a la sociedad guineana, representando el
peor capítulo de nuestra historia reciente. Su gobierno es el cáncer que ha
sofocado a Guinea Ecuatorial durante 56 años de opresión, corrupción y
estancamiento. La liberación del país de este yugo autoritario es esencial para
construir un futuro democrático, libre y próspero para todos los guineanos.
La cuestión, por tanto, no es si el régimen de los Obiang caerá,
sino cuándo y cómo se gestionará esa transición que tanto necesitamos para
asegurar un futuro mejor para Guinea Ecuatorial.