Desmontar la dictadura para armar después una democracia en Guinea Ecuatorial, será sin duda el mayor reto al que tendrá que enfrentarse nuestro pueblo en toda su historia. Instaurar un estado de derecho allí donde solo ha habido desorden, arbitrariedad, violencia y necedad, constituirá un verdadero reto para los que lo vayamos a acometer.
Teniendo en cuenta algunas malas experiencias de países muy cercanos a nuestro entorno, con desastrosos resultados y considerando nuestra truncada historia en el campo de las libertades, creo que no será difícil imaginar que nos encontramos frente a una gran tarea, un reto histórico, que requerirá de la conjunción, siempre favorables, de factores muy diversos. Queda claro que ese tránsito a la democracia será un proceso no necesariamente fácil, ni por supuesto corto, sencillamente porque supondrá grandes cambios en la mentalidad de las personas, en las estructuras sociales, en las instituciones y también en las propias reglas de juego.
Antes de continuar, deberíamos retomar la pregunta con la que hemos titulado este artículo:¿Está el pueblo guineo preparado para iniciar la transición a la democracia?. Teniendo en cuenta que en esta tarea se nos va a requerir la aceptación de los postulados y actitudes propios de un estado de derecho, y también la entusiasta participación en el proceso democratizador, debemos de reconocer que existen serias dudas.
A juzgar por las actitudes timoratas y hasta complacientes de algunos guineanos con la dictadura, está claro que aquellos que apostamos por la democracia y el estado de derecho, estemos obligados a impartir mucha pedagogía política entre los nuestros y exigir una férrea determinación para rechazar toda la podredumbre maloliente que expele la dictadura. Y por supuesto, abrigar en nuestro interior el deseo de ser libres, autónomos, y no dependientes de los arbitrarios deseos de unos necios mandamases.
Nos acechan dos graves peligros: el primero, sería dar por buenos cualquiera de los aparentes cambios que Teodorín y Constancia (convertidos en los nuevos dueños de Guinea) puedan llevar a cabo. Por muchas remodelaciones de los ministerios, o fichajes estrella, como el de la Primera Ministra, nada cambia: estamos ante la misma dictadura, o quizá peor.
No podemos dar por bueno un aparente cambio o evolución de la dictadura hacia una engañosa democracia; eso sería más de lo mismo. Solo habrá auténtico cambio cuando echemos a estos bárbaros del poder, y además, cambiemos las actitudes, los modos y las costumbres propios del antiguo régimen.
El segundo peligro, supondría caer en manos de un nuevo salvador, un misiás, cuyo populismo prendería en el terreno abonado de una sociedad como la guineana, caracterizada por grandes diferencias sociales y una gran carencia de cultura política.
El pueblo guineo en su conjunto parece que todavía no ha tomado plena conciencia de la importante tarea que le tocará asumir, aunque una parte importante de este, sobre todo los que se encuentran en el exilio, saben ya cual debe ser su papel en tan trascendental cambio. Son precisamente los exiliados, los que debemos activar en el interior de Guinea la confrontación con el régimen y el espíritu de cambio entre los guineanos de dentro, necesario para que exista unanimidad a fin de poder remar todos juntos hacia nuestra meta final.
Sabemos además, que entre las filas de los opositores se han infiltrado elementos enviados por la dictadura, que simulando ser opositores, pretenden enturbiar la disidencia, haciendo que nos enfrentemos, y de esta forma desacreditarnos, trasladando a los guineanos del interior una imagen de la oposición exiliada que no se corresponde con la realidad.
Existe todavía un segmento en la sociedad guineana que sin estar directamente vinculado a la estructura dictatorial, consciente o inconscientemente, engañados o a sabiendas, piensan que todavía los Obiang siguen siendo una alternativa, y a este grupo de personas es al que tenemos que persuadir de que la libertad es mejor que la opresión.
Por otra parte, es de trascendental importancia que muchos de los que han apostado por el régimen se puedan adherir entusiastamente a nosotros para iniciar el cambio a la democracia, ya que la transición es siempre un encuentro entre diferentes partes, que deben dialogar, entenderse, e incluso ceder en sus posturas, para consensuar un acuerdo en beneficio de la libertad y la democracia del conjunto de la ciudadanía. Por tanto, una posible postura de confrontación y de ajuste de cuentas, debe cambiarse por la de reparación, entendimiento y reconciliación.
Soy consciente de lo difícil que es expresarse así, conociendo la gran tragedia y las muertes que la dictadura ha ocasionado a nuestro pueblo, pero aún con eso, no podemos tener en frente, o sacar fuera de este nuevo proyecto de convivencia, a la otra mitad de guineanos; si así lo hacemos, cometeríamos el gran error de cerrar en falso, teniendo a una parte importante de la población dispuesta a dar al traste con el nuevo marco de convivencia en la primera ocasión que se les presente.
No obstante, y atendiendo a la memoria, a la dignidad y a la justicia de las víctimas de la dictadura, serán los tribunales de justicia independientes, los que deberán sancionar las violaciones, las muertes, los robos y los demás atropellos que muchos integrantes de la dictadura han cometido. Así evitaremos los juicios ad hoc, los ajustes de cuentas, las venganzas y el enfrentamiento entre hermanos.
No debemos olvidar, si estamos dispuestos a culminar con éxito nuestro particular proceso de transición pacífica hacia la democracia en Guinea Ecuatorial, que nosotros somos los primeros que debemos entendernos y demostrar nuestra capacidad de trabajar juntos para el bien común de nuestro pueblo.