Por
Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial
Tras una conferencia política sobre la esperanza que tenemos de retornar a Guinea Ecuatorial me paré a conversar con uno de los asistentes al acto. Era un joven guineano de no más de treinta años que me quería felicitar por “haber sobrevivido al mundo de los blancos”. Lo miré y sonreí al tiempo que le decía que “No es el mundo de los blancos y, además no me había quedado otra alternativa: o eres un superviviente o ya sabes lo que te toca”. Las injusticias de la vida están ahí. No hay ni que buscarlas para darse de cara con ellas. Hay una gran diferencia entre nacer en una buena familia o sin ella. No hay comparación entre una escuela de niños chillones y divertidos, jugando en el patio de recreo con esos otros niños que no entienden por qué les revienta una bomba su casa. Unos divertidos, otros traumatizados y los dos mundos diferentes dentro del mismo planeta.
Hay aspectos de la existencia muy negativos que podemos
revertir. La injusticia, la brutalidad, la tiranía, el hambre, las enfermedades
o la falta de oportunidades son, en muchas ocasiones, producidas por
incapacidad, mala gestión o gobernantes corruptos. Existen muchos casos de
sociedades avanzadas de las que podemos aprender. Está en nuestras manos
alcanzar niveles de calidad de vida hoy inimaginables en nuestro país.
Durante la charla con el joven guineano le pregunté cual era
la razón de vivir en España. Me respondió que vino a estudiar a la universidad
y que ante la falta de oportunidades en Guinea Ecuatorial decidió quedarse.
Estuvimos hablando un largo rato y me gustó lo implicado que se sentía con el
futuro.
Una democracia es, por el momento, la mejor forma de
gobierno que existe. Las hay que funcionan estupendamente y otras muchas que
son de cartón piedra, puros decorados que maquillan la atroz corrupción de sus
dirigentes.
Los jóvenes son el futuro del país. Si formamos buenos
profesionales, personas con entusiasmo emprendedor y somos capaces de generar
un clima de confianza donde la población pueda vivir en paz y progresar,
habremos conseguido en gran parte nuestro objetivo.
Para luchar contra una enfermedad lo primero que tenemos que
hacer es un buen diagnóstico y luego buscar el mejor tratamiento para combatir
los aspectos negativos que nos hacen sentirnos mal.
En nuestro caso, todos sabemos lo que pasa en Guinea
Ecuatorial y que el mejor tratamiento es que la democracia se construya como
alternativa al caos y a los desagradables efectos de un régimen caprichoso y
tiránico.
El hombre que me acompañaba decía compartir mis pensamientos de futuro y me puntualizó que por eso se había acercado a la conferencia al tiempo que simpatizaba
con el Partido del Progreso. Me dijo, también, que entendía mi modelo de
sociedad y mis deseos de cambiar el rumbo de la historia de nuestra República.
Le agradecí el gesto, pero le puntualicé que, más importante que mi opinión era
la suya y la de todos los que conformamos la comunidad guineana, dentro y fuera
de sus fronteras.
Es muy importante destacar que la democracia no es un regalo
ni una limosna o un acto de cierta tolerancia por parte de nadie. La democracia
se tiene que alcanzar, construir y mantener. No es una tarea fácil, como he
dejado constancia en otros artículos. La democracia hay que pelearla y necesitamos,
claro que sí, buenos políticos, pero también ciudadanos responsables.
Le pregunté qué echaba en falta, qué le hubiera gustado que
pasara para sentirse bien y no tener esa sensación de ser un humano
discriminado y sospechoso en un mundo ajeno aun siendo un estudiante
universitario en España.
Había escuchado mi exposición donde insistí en que debíamos
preparar a nuestros jóvenes para el futuro como garantía ante posibles giros
involucionistas y demoledores. Podemos luchar por una democracia, expuse en la
conferencia, y sin embargo no poder evitar que esta salte por los aíres porque no hay un relevo que
garantice su continuidad. Es fundamental el apoyo decidido hacia nuestros
jóvenes. Los políticos tenemos la obligación de garantizar una sociedad amable
en la que quepan todos, donde hombres y mujeres vayan de la mano mirando con
optimismo el futuro.
Me explicó que cuando llegó a Madrid no tenía dinero
suficiente para vivir y estudiar. Que sus relaciones sociales eran más bien
escasas y que siempre terminaba en círculos africanos, lo que no le ayudaba
mucho en su integración en este entorno que, hasta se volvía hostil.
Le habría gustado llegar proveniente de un país respetado
que apoya a sus estudiantes y que les provee de las herramientas necesarias
para poder competir, en igualdad de condiciones, con el resto de alumnos de su
universidad. Echó en falta que se preocuparan por él. Si ellos me abandonan, dijo decepcionado, que
no esperen que vuelva cuando termine mis estudios.
Le di la razón.
Él había tenido la suerte de poder pelear por su formación.
Otros, muchos, han de pelear por su supervivencia elemental, básica, para no
desaparecer. Los hay que salen de sus casas en busca de un sueño sin las
habilidades y conocimientos necesarios. Muchas chicas y chicos sienten cómo les
han robado hasta sus sueños sin que a nadie les importe.
Tenemos la obligación de crear una sociedad que invierta en
el talento de nuestras generaciones venideras. Necesitamos unirnos para que
nuestra gente no tenga que luchar sola, en desventaja o como un producto más de
las mafias que las esclavizan y abusan. Tenemos que proteger a nuestra gente y
eso se hace desde el compromiso y la convicción.
Me gustaría vivir en un país, en la República de Guinea
Ecuatorial que, apuesta por sus jóvenes, mujeres y hombres, en igualdad de
condiciones. Que nadie te impida abrir tu peluquería o tu estudio de arquitectura. Me
gustaría que la gente de los pueblos gozase de servicios de calidad como en las
capitales. Que los niños sean felices en las escuelas y aprendan solidaridad,
respeto por el prójimo y tengan una excelente enseñanza en todos los sentidos. Lucharé
porque los padres formen parte esencial de la educación de sus hijos. En
definitiva, quiero para tus hijos lo mismo que para los míos.
Mis ideas o consideraciones, le dije a mi joven amigo, no son más que una humilde gota de agua, pero que va a unirse a otras muchas gotas que son las que llenaran el cántaro.
Súmate a esta aventura. Implícate en la noble lucha por la libertad y el
porvenir de nuestro pueblo. Nadie nos va a regalar nada y para esta empresa
necesitamos todas las manos.
Como siempre he defendido, la democracia es posible. Todos
seremos responsables de su éxito si somos capaces de trabajar unidos. Nadie nos
debería imponer su manera de pensar ni le deberíamos dar la posibilidad de
esclavizarnos, embrutecernos o negarnos el derecho a una vida digna. Lo dicho,
la democracia es posible y está al alcance de nuestras manos.