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viernes, 21 de mayo de 2021

Guinea Ecuatorial: Las gotas de agua que llenaran el cántaro

Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial

 



Tras una conferencia política sobre la esperanza que tenemos de retornar a Guinea Ecuatorial me paré a conversar con uno de los asistentes al acto. Era un joven guineano de no más de treinta años que me quería felicitar por “haber sobrevivido al mundo de los blancos”. Lo miré y sonreí al tiempo que le decía que “No es el mundo de los blancos y, además no me había quedado otra alternativa: o eres un superviviente o ya sabes lo que te toca”. Las injusticias de la vida están ahí. No hay ni que buscarlas para darse de cara con ellas. Hay una gran diferencia entre nacer en una buena familia o sin ella. No hay comparación entre una escuela de niños chillones y divertidos, jugando en el patio de recreo con esos otros niños que no entienden por qué les revienta una bomba su casa. Unos divertidos, otros traumatizados y los dos mundos diferentes dentro del mismo planeta.


Hay aspectos de la existencia muy negativos que podemos revertir. La injusticia, la brutalidad, la tiranía, el hambre, las enfermedades o la falta de oportunidades son, en muchas ocasiones, producidas por incapacidad, mala gestión o gobernantes corruptos. Existen muchos casos de sociedades avanzadas de las que podemos aprender. Está en nuestras manos alcanzar niveles de calidad de vida hoy inimaginables en nuestro país.



Durante la charla con el joven guineano le pregunté cual era la razón de vivir en España. Me respondió que vino a estudiar a la universidad y que ante la falta de oportunidades en Guinea Ecuatorial decidió quedarse. Estuvimos hablando un largo rato y me gustó lo implicado que se sentía con el futuro.

Una democracia es, por el momento, la mejor forma de gobierno que existe. Las hay que funcionan estupendamente y otras muchas que son de cartón piedra, puros decorados que maquillan la atroz corrupción de sus dirigentes.

Los jóvenes son el futuro del país. Si formamos buenos profesionales, personas con entusiasmo emprendedor y somos capaces de generar un clima de confianza donde la población pueda vivir en paz y progresar, habremos conseguido en gran parte nuestro objetivo.




Para luchar contra una enfermedad lo primero que tenemos que hacer es un buen diagnóstico y luego buscar el mejor tratamiento para combatir los aspectos negativos que nos hacen sentirnos mal.

En nuestro caso, todos sabemos lo que pasa en Guinea Ecuatorial y que el mejor tratamiento es que la democracia se construya como alternativa al caos y a los desagradables efectos de un régimen caprichoso y tiránico.

El hombre que me acompañaba decía compartir mis pensamientos de futuro y me puntualizó que por eso se había acercado a la conferencia al tiempo que simpatizaba con el Partido del Progreso. Me dijo, también, que entendía mi modelo de sociedad y mis deseos de cambiar el rumbo de la historia de nuestra República. Le agradecí el gesto, pero le puntualicé que, más importante que mi opinión era la suya y la de todos los que conformamos la comunidad guineana, dentro y fuera de sus fronteras.




Es muy importante destacar que la democracia no es un regalo ni una limosna o un acto de cierta tolerancia por parte de nadie. La democracia se tiene que alcanzar, construir y mantener. No es una tarea fácil, como he dejado constancia en otros artículos. La democracia hay que pelearla y necesitamos, claro que sí, buenos políticos, pero también ciudadanos responsables.

Le pregunté qué echaba en falta, qué le hubiera gustado que pasara para sentirse bien y no tener esa sensación de ser un humano discriminado y sospechoso en un mundo ajeno aun siendo un estudiante universitario en España.




Había escuchado mi exposición donde insistí en que debíamos preparar a nuestros jóvenes para el futuro como garantía ante posibles giros involucionistas y demoledores. Podemos luchar por una democracia, expuse en la conferencia, y sin embargo no poder evitar que esta salte por los aíres porque no hay un relevo que garantice su continuidad. Es fundamental el apoyo decidido hacia nuestros jóvenes. Los políticos tenemos la obligación de garantizar una sociedad amable en la que quepan todos, donde hombres y mujeres vayan de la mano mirando con optimismo el futuro.

Me explicó que cuando llegó a Madrid no tenía dinero suficiente para vivir y estudiar. Que sus relaciones sociales eran más bien escasas y que siempre terminaba en círculos africanos, lo que no le ayudaba mucho en su integración en este entorno que, hasta se volvía hostil.

Le habría gustado llegar proveniente de un país respetado que apoya a sus estudiantes y que les provee de las herramientas necesarias para poder competir, en igualdad de condiciones, con el resto de alumnos de su universidad. Echó en falta que se preocuparan por él. Si ellos me abandonan, dijo decepcionado, que no esperen que vuelva cuando termine mis estudios.

Le di la razón.



Él había tenido la suerte de poder pelear por su formación. Otros, muchos, han de pelear por su supervivencia elemental, básica, para no desaparecer. Los hay que salen de sus casas en busca de un sueño sin las habilidades y conocimientos necesarios. Muchas chicas y chicos sienten cómo les han robado hasta sus sueños sin que a nadie les importe.

Tenemos la obligación de crear una sociedad que invierta en el talento de nuestras generaciones venideras. Necesitamos unirnos para que nuestra gente no tenga que luchar sola, en desventaja o como un producto más de las mafias que las esclavizan y abusan. Tenemos que proteger a nuestra gente y eso se hace desde el compromiso y la convicción.




Me gustaría vivir en un país, en la República de Guinea Ecuatorial que, apuesta por sus jóvenes, mujeres y hombres, en igualdad de condiciones. Que nadie te impida abrir tu peluquería o tu estudio de arquitectura. Me gustaría que la gente de los pueblos gozase de servicios de calidad como en las capitales. Que los niños sean felices en las escuelas y aprendan solidaridad, respeto por el prójimo y tengan una excelente enseñanza en todos los sentidos. Lucharé porque los padres formen parte esencial de la educación de sus hijos. En definitiva, quiero para tus hijos lo mismo que para los míos.

Mis ideas o consideraciones, le dije a mi joven amigo, no son más que una humilde gota de agua, pero que va a unirse a otras muchas gotas que son las que llenaran el cántaro. Súmate a esta aventura. Implícate en la noble lucha por la libertad y el porvenir de nuestro pueblo. Nadie nos va a regalar nada y para esta empresa necesitamos todas las manos.

Como siempre he defendido, la democracia es posible. Todos seremos responsables de su éxito si somos capaces de trabajar unidos. Nadie nos debería imponer su manera de pensar ni le deberíamos dar la posibilidad de esclavizarnos, embrutecernos o negarnos el derecho a una vida digna. Lo dicho, la democracia es posible y está al alcance de nuestras manos.