Como viene siendo tradición entre los dictadores, Obiang Nguema para poder completar su dominio absoluto sobre la sociedad guineana, ha necesitado rodearse de una serie de personajes de su misma calaña. Como Alí Babá, el personaje de ficción de Las mil y una moches, nuestro dictador reclutó en su distrito natal a su particular banda, sus cuarenta ladrones, para que le ayudaran a hacer "su trabajo". Ellos han tapado y también compartido con Obiang todas fechorías que ha perpetrado contra nuestro pueblo (asesinatos, violaciones, robos, cárcel...). Ahora el jefe de la banda no se puede jubilar ya que se encuentra atrapado, "condenado" a seguir acompañándoles, ya que un cambio de régimen supondría la ruina de todos, y esto no están dispuestos a permitirlo.
El dictador lo sabe y por eso juega con ellos al despiste. Obiang está convencido de que si les entrega el poder a alguno de sus cuarenta ladrones ellos, para intentar lavar su culpa, le entregarían a los tribunales, como lo hiciera el mismo con su tío Macías. Ya lo intentaron una vez, en el 2017, y no les salió la operación. Obiang no los ha perdonado y además alberga un profundo rencor contra ellos. El no entiende que después de haber sido los "beneficiarios", le hayan traicionado de esa forma.
En cuanto al otro frente, el formado por sus hijos y por Constancia, la pérfida Primera Dama, sabe que están conspirando día y noche contra el. Lo que no sabemos si Constancia anda sola en sus pretensiones de continuar la dictadura, o si está aliada con su hijo Teodorín. Tampoco sabemos si Teodorín una vez tomado el poder va a respetar a su propia madre, pues ya sabemos, entre ladrones el juego es siempre sucio y nunca te puedes fiar. De lo que Obiang está seguro es de que si su hijo tomara el poder, el sería hombre muerto. Ya lo intentó una vez y la trayectoria de la bala encontró a un guardaespaldas marroquí. Tampoco está seguro de las verdaderas intenciones que tiene sobre el su esposa favorita, Constancia Mangue, caso de que tomara el poder.
Esta es la "condena", lo que verdaderamente le reconcome a Obiang: que no les puede dejar el poder a ellos y que debe seguir solo hacia adelante. Esto explica sus extraños movimientos, sus bandazos, sus juegos de despiste.
En frase del Presidente del Partido del Progreso, Obiang Nguema va dando vueltas sobre el mismo palo, hasta volver a encontrarse otra vez en el punto de partida. En este mismo año, acusó a su gobierno de no haber hecho nada contra el derrumbe económico del país y acto seguido nombra otro gobierno con casi los mismos ministros que en el anterior.
También y desde hace algunos meses, la dictadura ha emprendido su particular campaña contra la corrupción, destapando importantes tramas de corrupción perpetradas por ladrones, llamémosles de tercera fila, a los que intentan endilgarle el marrón. Un autentico juego de despiste, con el que los auténticos ladrones, los de primera filia, el mismo dictador, sus hijos, sus familiares y el resto de la banda, pretenden quedar impunes. Parece ser que todo responde a la necesidad de convencer al FMI de que en Guinea se lucha contra la corrupción, a ver si de esta forma les desbloquee la ayuda prometida.
Durante esta semana, tal como ilustra el vídeo de la portada, se produjo (ex novo) la visita a las cáceles del país de una comisión promovida por la representante de PNUD, Elsie Laurence Chounoune, por la Cruz Roja y por las embajadas occidentales, en la que estuvieron presentes la fiscalía y la judicatura guineana.
Este último e inédito movimiento responde sin duda al intento de aflojar la presión que la comunidad internacional está ejerciendo sobre la dictadura para que cumpla sus exigencias y se comprometa en la observancia de los derechos humanos en nuestro país.
Los observadores internacionales saben que en Guinea Ecuatorial existen muchos presos sin ninguna causa abierta, personas enviadas a la cárcel "hasta nueva orden", y que pueden podrirse en las prisiones si aquel que los envió a la cárcel se le llega a olvidar.
Este es sin duda otro quebradero de cabeza mas para Obiang: la presión de la comunidad internacional que le exige democratizar el país. Aunque por otra parte sería la salvación para el dictador. Para no inducir a malas interpretaciones con el termino "salvación", queremos aludir a que seguro que la justicia internacional tratará a Obiang Nguema con mas clemencia que el propio dictador tuvo con su tío Macías, o por lo menos impediría el seguro linchamiento al que le iban a someter sus, hasta ahora, compañeros de fechorías.
Creo que Obiang debería aceptar el reto que le lanza el nuevo Presidente del Partido del Progreso, Armengol Engonga, de iniciar un proceso de transición pacífica hacia la democracia en nuestro país, con la implicación de toda la oposición, como mediadoras las instituciones especializadas en transiciones y como garantes los grandes países con intereses en Guinea Ecuatorial.