lunes, 23 de diciembre de 2024

TRISTE NAVIDAD EN GUINEA ECUATORIAL


Juan Cuevas, PPGE

En Guinea Ecuatorial, el régimen de Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, que lleva más de 45 años aferrado al poder, vuelve a evidenciar su desprecio absoluto por el pueblo con un humillante “regalo navideño”: unas alitas de pollo arrojadas al suelo, como si los ciudadanos fueran animales buscando migajas. Este gesto indignante no es un acto de generosidad, sino una estrategia calculada para mantener a la población hambrienta, dependiente y sometida.

En Europa, las mascotas reciben un trato más digno que el que el régimen de Obiang otorga a sus propios ciudadanos. Con un descaro que raya en lo inhumano, el gobierno utiliza estas migajas para intentar silenciar a un pueblo asfixiado por la corrupción, la represión y la falta de oportunidades. La imagen de las alitas de pollo es un símbolo gráfico y doloroso de cómo Obiang ha reducido a los guineanos a súbditos desesperados, obligados a aceptar lo mínimo para sobrevivir.

Mientras tanto, el panorama político interno es una farsa monumental. Los partidos legalizados no son más que extensiones del Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE), el partido del dictador. Trece de ellos se han integrado oficialmente al PDGE, y los pocos que no lo han hecho simplemente miran hacia otro lado mientras reciben las prebendas del régimen. La supuesta oposición “legalizada” en el país no es más que una complicidad silenciosa, dejando a los ciudadanos sin esperanza de un cambio real.


En las calles, la dictadura despliega un espectáculo de intimidación con una presencia policial abrumadora. Estas fuerzas no están allí para proteger al pueblo, sino para controlarlo y recordarle que cualquier intento de resistencia será aplastado sin piedad. El miedo, cuidadosamente alimentado por el régimen, es su arma más eficaz para sofocar cualquier atisbo de disidencia.

El colapso del sistema es evidente en los mercados. No hay arroz, y los alimentos que llegan al puerto son controlados por el régimen y distribuidos de manera limitada, perpetuando la dependencia. Las imágenes de personas haciendo cola para recibir vasos de arroz o muslitos de pollo son una vergüenza internacional. En un país con vastos recursos petroleros, esta no es una pobreza inevitable, sino una miseria fabricada por un gobierno que ha saqueado las riquezas nacionales para enriquecer a una élite corrupta.

Por su parte, el discurso de Navidad de Obiang no fue más que una puesta en escena vacía, un intento desesperado de maquillar el desastre con promesas de “unidad” y “bienestar”. Hablar de paz mientras llena las calles de policías, de democracia mientras los partidos son cómplices de su régimen, y de desarrollo mientras el pueblo se pelea por un puñado de comida es la máxima expresión de su cinismo.

Este régimen ha convertido la Navidad, un tiempo que debería ser de esperanza y renovación, en un espectáculo de humillación y desesperanza. Guinea Ecuatorial no necesita alitas de pollo ni vasos de arroz; necesita libertad, justicia y un gobierno que respete la dignidad humana. Es hora de que el pueblo, junto con la comunidad internacional, ponga fin a esta tragedia y trabaje por un futuro donde no haya más regalos de miseria.

Frente a esta realidad desoladora, la oposición en el exilio, liderada por el Partido del Progreso con su presidente Armengol Engonga, continúa trabajando sin descanso para alcanzar la libertad del pueblo guineano. Con un equipo directivo comprometido, este movimiento sigue siendo un faro de esperanza para la instauración de una democracia auténtica y el progreso en todos los ámbitos. La lucha por un futuro digno para Guinea Ecuatorial sigue viva, y con ella, la esperanza de un pueblo que merece mucho más que las migajas de un régimen corrupto.