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jueves, 14 de noviembre de 2024

ESCANDALO SEXUAL Y DEGRADACION DE LA MUJER EN GUINEA ECUAOTIAL


Editorial El Confidencial


La reciente filtración de cientos de vídeos explícitos protagonizados por Baltasar Ebang Engonga, sobrino del presidente Teodoro Obiang Nguema, ha desencadenado una oleada de indignación en Guinea Ecuatorial y en todo el mundo, Más allá del escándalo sexual y de la lucha de poder que subyace, este caso revela la cosificación y degradación de la mujer dentro de la élite del país, donde se ha permitido y promovido el abuso, solo para luego adoptar una postura moralista cuando conviene a intereses políticos.

La situación es particularmente paradójica: el mismo gobierno que durante décadas ha ignorado y hasta alentado los abusos hacia las mujeres ahora intenta erigirse en defensor de la moralidad pública, en un esfuerzo por controlar los efectos de un escándalo que involucra a altos funcionarios y familiares del régimen. Mientras las autoridades se afanan en censurar las redes y detener la difusión de los vídeos, una de las mujeres involucradas se ha suicidado, exponiendo el costo personal y humano de estas prácticas impunes y la instrumentalización de las relaciones de poder en el país.

Cosificación y Abuso hacia las Mujeres en la Cúpula del Poder


Los vídeos muestran a Baltasar Ebang Engonga en situaciones íntimas con diversas mujeres, entre ellas esposas de altos cargos del gobierno, en lo que parece ser una red de relaciones donde las mujeres son utilizadas como piezas dentro de los juegos de poder. En un contexto social donde la mujer carece de protección legal y donde los derechos de género son relegados, estos vídeos reflejan una realidad mucho más amplia: la mujer en Guinea Ecuatorial no solo sufre violencia y abusos, sino que se convierte en moneda de cambio en los círculos del poder.

La filtración ha expuesto no solo el comportamiento de Engonga, sino la estructura de un sistema en el que la mujer es objetivada, y en donde se normaliza que figuras políticas prominentes se involucren en relaciones extramaritales con esposas de otros altos funcionarios. La moralidad pública que el régimen ahora pretende defender parece ser una fachada conveniente, construida sobre la opresión y la manipulación.


¿Una Estrategia para Controlar la Sucesión de Poder?


Mientras el vicepresidente Teodoro Nguema Obiang Mangue ordena detener la circulación de los vídeos y censura las redes sociales, el escepticismo crece entre los líderes políticos exiliados, sobre los activistas y los críticos. Dada la posición de Engonga como posible sucesor de Obiang, muchos consideran este escándalo como una maniobra para debilitarlo y consolidar otras figuras en la sucesión del régimen. La intervención moralista y la censura no parecen orientadas a proteger la integridad de las mujeres involucradas, sino a sofocar cualquier amenaza en la lucha por el poder.

En Guinea Ecuatorial, donde la información es rigurosamente controlada, las redes sociales han sido un canal clave para la difusión de este tipo de escándalos. Sin embargo, el gobierno ha aprovechado la controversia para restringir aún más la libertad en internet, con amenazas de cerrar aplicaciones de mensajería y vigilancia de los usuarios. Esta represión hacia los medios y las redes solo subraya el carácter autoritario del régimen, que utiliza la moralidad como pretexto para silenciar cualquier desavenencia.


El Doloroso Precio de la Cosificación de la mujer 


El suicidio de una de las mujeres involucradas no es solo una tragedia personal, sino un reflejo de las consecuencias devastadoras que tiene un sistema en el que la mujer es utilizada y desechada según convenga a los intereses de poder. Mientras el régimen se ocupa de su batalla interna por la sucesión, las vidas de estas mujeres quedan atrapadas en una red de abusos e impunidad, que deshumaniza a la mitad de la población y niega su derecho a vivir con dignidad.

El Partido del Progreso subraya que la situación en Guinea Ecuatorial es un recordatorio de la urgencia de una transformación que devuelva el valor y el respeto a las mujeres, más allá de su rol en los juegos de poder. Si bien el escándalo de los vídeos ha expuesto la hipocresía de un gobierno que quiere dar lecciones de moralidad, también muestra la necesidad de un cambio real en el país, uno en el que la integridad de la mujer sea realmente respetada y protegida.