Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial
Desde hace más de 40 años, la familia Obiang ha saqueado las riquezas de Guinea Ecuatorial, condenando a nuestro pueblo a la miseria mientras ellos disfrutan de una vida de lujo obsceno. Es una historia conocida: palacios, coches de alta gama, hoteles y apartamentos en Nueva York de 75.000 euros por noche, todo pagado con el sudor y la sangre del pueblo guineano. Mientras tanto, la mayoría de los ciudadanos apenas sobreviven con 3 dólares al día, luchando para llevar una sola comida a la mesa. Este régimen cruel y cleptócrata ha usurpado nuestra riqueza y ha convertido a nuestra nación en un feudo personal, donde el sufrimiento de la gente es el combustible para su opulencia.
Se preguntan nuestros hermanos
guineanos: ¿cómo es posible que una nación tan rica, con recursos naturales
envidiables, dependa de mercenarios extranjeros para su seguridad? Rusos,
bielorrusos, ugandeses, israelíes y más, todos pagados para proteger no al
pueblo, sino a un dictador que teme a su propia gente. Mientras, nuestro
ejército, conformado por miles de compatriotas, es relegado, humillado y
reducido a la insignificancia. ¿Qué propósito sirve entonces? Solo existe para
mantener el poder de una familia que ha perdido toda legitimidad.
El costo de mantener este
sistema opresor es incalculable. No solo en términos económicos, sino en vidas,
en esperanza, en el futuro de nuestra nación. Familias enteras sobreviven con
una pobreza abrumadora, hospitales colapsados que cobran a los más necesitados
por medicamentos básicos y una economía que, según el Banco Mundial, está en
recesión, con una caída del -5% el año pasado y un -4% este año. La situación
es insostenible.
Pero esta realidad no tiene por
qué definirnos. Guinea Ecuatorial, somos mucho más que la dictadura de los
Obiang. Somos un pueblo resiliente, fuerte y con una herencia de resistencia
que nunca ha sido doblegada. Sabemos que el cambio está en nuestras manos, que
este régimen no es eterno y que su final se acerca. Las presiones
internacionales crecen, los mensajes hacia el dictador son cada vez más claros
y nítidos: Teodoro Obiang Nguema y su familia deben abandonar el poder, y lo
harán.
Este cambio no será solo el
final de una era de opresión; será el amanecer de una nueva Guinea Ecuatorial.
Una Guinea donde la riqueza de nuestra nación será devuelta a su legítimo
dueño: el pueblo. Donde las oportunidades florecerán para todos, no solo para
unos pocos privilegiados. Donde nuestros hijos podrán soñar con un futuro
mejor, y nuestras familias no tendrán que elegir entre comer o recibir atención
médica.
La diversificación de nuestra
economía, la formación de nuestros jóvenes y técnicos, el desarrollo de
infraestructura social y económica sólida, son los cimientos sobre los que
construiremos nuestro futuro. Guinea Ecuatorial será un país próspero, libre,
donde el trabajo duro sea recompensado, donde la justicia sea equitativa y
donde la corrupción sea una mancha del pasado.
Ya no es tiempo de lamentarse
por lo que hemos perdido. Ahora es el momento de mirar hacia el futuro y
prepararnos para lo que vendrá. La transición política está a la vuelta de la
esquina, y será una transición hecha por nosotros y para nosotros. No más
mercenarios, no más saqueadores, no más dictadores. El poder regresará al
pueblo, y con él, la dignidad y el orgullo de ser guineanos.
Y ahora, mi reflexión. Los Obiang han disfrutado de su
opulencia a costa de nuestro sufrimiento, pero su tiempo ha terminado. El
futuro nos pertenece, y será mucho más brillante de lo que jamás imaginaron. No
es solo un cambio de gobierno lo que buscamos, es un renacer nacional. El día
en que Guinea Ecuatorial se levante como una verdadera democracia, libre de las
cadenas del pasado, ese día sabremos que todo nuestro esfuerzo valió la pena.
La justicia llegará, la libertad será restaurada, y el futuro... el futuro será
nuestro.
¡Que viva Guinea Ecuatorial,
libre y soberana!