Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial
Desde mi exilio forzado, lejos de nuestra querida Guinea Ecuatorial, me encuentro profundamente convencido de que la lucha por la libertad y la justicia es más urgente que nunca. No hablo solo como opositor al régimen de Teodoro Obiang y su familia, sino como un hijo de una tierra que merece mucho más que la opresión, la corrupción y el estancamiento al que ha sido condenada durante casi medio siglo. Guinea Ecuatorial, con su vasta riqueza y su gente vibrante, debe aspirar a algo más elevado: una democracia verdadera, un futuro lleno de esperanza.
En África, hemos sido testigos
de cómo numerosos líderes longevos, desde Camerún hasta Uganda, se aferran al
poder como si de un derecho vitalicio se tratara. Roban no solo los recursos de
sus naciones, sino también el derecho de sus pueblos a decidir su propio
destino. En Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang sigue ese mismo patrón
dictatorial, manteniéndose en el poder durante más de cuatro décadas, no por
mandato del pueblo, sino por la fuerza y el miedo. ¿Hasta cuándo?
Pero no debemos desfallecer. La
historia nos enseña que todo régimen tiránico, por más férreo que parezca,
llega a su fin. Y nosotros, los guineanos que amamos la libertad, debemos ser
el motor del cambio. Nuestra lucha no es solo contra una dictadura corrupta y
sanguinaria, es también una lucha por devolver a nuestro pueblo la dignidad que
le ha sido arrebatada. Nuestra causa es justa, y ese es el primer motivo por el
que tenemos que mantener la esperanza.
Hoy, más que nunca, estamos
conectados con el mundo. Cada día, instituciones internacionales, gobiernos
democráticos, organizaciones de derechos humanos y medios de comunicación están
más atentos a nuestra causa. Cada contacto, cada apoyo que recibimos, es un
paso más hacia la liberación de Guinea Ecuatorial. Y no estamos solos. Los
ejemplos recientes de otros países como Venezuela nos muestran que la comunidad
internacional está dispuesta a actuar, a reconocer y apoyar a los pueblos que,
como nosotros, están decididos a poner fin a las dictaduras.
Sabemos que el camino hacia la
democracia no será fácil. Las dictaduras no caen de la noche a la mañana, pero
caen. Y cada día que pasa, la presión sobre el régimen de Malabo aumenta. La
crisis económica que azota al país, la corrupción rampante y la incompetencia
de los que hoy ostentan el poder son señales claras de que su tiempo está
llegando a su fin. Es cuestión de tiempo antes de que Guinea Ecuatorial se
sacuda el yugo de esta tiranía y abrace la democracia.
En ese futuro que construimos,
soñamos con un país donde el pluralismo político sea una realidad, donde los
derechos humanos se respeten y donde la alternancia en el poder sea la norma y
no la excepción. Un país donde los guineanos puedan votar con libertad, donde
el poder no sea una herencia familiar, sino el resultado de la voluntad popular
expresada a través del sufragio universal. Un país donde las nuevas
generaciones puedan soñar con un futuro lleno de oportunidades y no con la
huida hacia tierras lejanas para escapar de la represión.
No olvidemos que, en el pasado,
nuestra tierra conoció la prosperidad y el desarrollo bajo gobiernos más
comprometidos con el bienestar de su gente. Recordemos el Gobierno autonómico
de Bonifacio Ondo Edu, que nos trajo progreso y convivencia pacífica. Es ese
espíritu el que debemos recuperar y renovar en la Guinea Ecuatorial del futuro.
Nuestra nación tiene el potencial de ser un faro de democracia y estabilidad en
África Central, un ejemplo para otras naciones que aún sufren bajo el yugo de
los dictadores.
Este no es solo un sueño, es
una certeza que debe guiar nuestras acciones. En el horizonte se dibuja una
Guinea Ecuatorial libre, próspera y democrática. Nuestra misión es clara:
seguir trabajando incansablemente para que esa visión se convierta en realidad.
Con el apoyo de la comunidad internacional y, sobre todo, con la determinación
del pueblo guineano, lograremos derribar los muros de la opresión y construir
un país en el que todos podamos vivir en libertad y dignidad.
La familia Obiang, atrincherada
en el poder, caerá. La historia de nuestro continente lo confirma: ningún
dictador puede resistir eternamente la fuerza imparable del deseo de libertad
de su pueblo. Y cuando llegue ese día, cuando Guinea Ecuatorial sea finalmente
libre, todos aquellos que hoy luchan por su liberación, tanto dentro como fuera
de nuestras fronteras, podrán alzar la cabeza con orgullo y decir: "Lo
logramos. Guinea es libre."
Sigamos adelante con esperanza.
Sigamos adelante con la certeza de que la democracia y la libertad triunfarán.
Por una Guinea Ecuatorial justa, libre y próspera.
¡Viva Guinea Ecuatorial libre!