El domingo 7 de marzo del año 2021 nos llegaban imágenes sobrecogedoras desde Guinea Ecuatorial. Estamos en la era de las tecnologías y no se pueden poner puertas al campo. Muchos de los testigos de la tragedia, entrevistados por un cámara de la TV local, no salían de su estupor. Lo que ocurrió este domingo, hace dos años, en Nkuatoma, Bata, pasará a la historia como una de las más graves de las tragedias que sufre el maltratado pueblo guineano.
Hoy, el Partido del Progreso, bajo la presidencia de Armengol Engonga, han rendido un sentido homenaje a las víctimas de este doloroso siniestro. Muchas son las preguntas que quedan en el aire sin responder, muchas las iniciativas ciudadanas que se han sucedido a lo largo del día y muchos son los sentimientos encontrados con el que los guineanos intentan avanzar en un país corrompido y con un regimen despiadado.
Todo apunta a que el actual régimen está en su momento más agudo
de ineficacia.
La comunidad internacional ya ha manifestado su enérgica protesta
ante el grado de despropósitos que presenta la cruel dictadura de Obiang.
La sociedad civil empieza a organizarse y es más que deseable
un cambio en la dirección del país.
Exigimos transparencia sobre lo sucedido. Medidas
correctoras para que un siniestro así no se vuelva a dar. Nos sumamos a la
iniciativa de un monumento o lugar para el recuerdo en homenaje a los que
sufrieron las explosiones, así como el pago de ayudas e indemnizaciones.
La explicación gubernamental difundida por la televisión
guineana aseguraba que el fuego de la maleza que alguien había recogido recalentó
un contenedor o caseta en la que se guardaba munición, explosivos y otros
materiales sensibles y estalló provocando una cadena de hasta, al parecer, siete
explosiones que terminaron por arrasar la zona afectada.
En los foros de Internet se preguntaban y todavía hoy se preguntan ¿cómo es posible que
no hubiera vigilancia militar en la zona que evitara que alguna persona hiciera
fuego cerca de un almacén de municiones?
La duda de la versión oficial es obvia. Si un pequeño
incendio puede provocar esta desgracia ¿qué no podrían hacer un grupo de
saboteadores? ¿Ha sido un atentado? ¿estaba planeado?
Poco se sabe de la gente que huyó del área afectada. Es un
barrio social, decían algunos en la televisión guineana, aunque también se
hablaba que dentro del cuartel vivían muchos militares con sus familias. Al
parecer, cercano a esta instalación militar hay una prisión, pero nadie dijo nada al respecto. No se sabe si han perdido la vida algunos de los muchos
vendedores ambulantes que, como se ven en las imágenes de la televisión,
trabajaban en las cercanías.
Las preguntas se suceden. Por no saber se desconocen hasta el número y los nombres de fallecidos y afectados por esta cadena de explosiones. Nada se sabe de las indemnizaciones, de los responsables del accidente o de la reconstrucción de la zona. La ineficacia es total y el silencio, doloroso.
Las imágenes de los hospitales eran increíbles. Personal
sanitario desbordado, sin medios, sin medidas de protección, la gente sentada
en los suelos. Se advierte nítidamente que no existe ningún protocolo de
actuación en situaciones de accidente.
Protección Civil no existe. La recuperación de personas
atrapadas entre los cascotes de los edificios derrumbados era caótica, sin
organización y sin medios adecuados. Un desastre y eso que estamos hablando de
un cuartel militar que se les supone cierto grado de organización. En las
imágenes se podían ver algunos bomberos y soldados muy mal equipados. Al
parecer, uno de los vehículos de extinción de incendios se vio afectado por una
de las explosiones, pero nada más se supo.
El hijo del dictador, “Teodorín”, vicepresidente del
Gobierno, apareció en el escenario del desastre rodeado de guardaespaldas, como
si estuviera en un escenario de guerra. Los escoltas, todos blancos, iban
armados con modernos fusiles, armas largas, en medio de la desolación. No se
aprecian imágenes del hijo del dictador interesándose por las víctimas.
Las apariciones gubernamentales se reducen a algunas entrevistas en
directo, a el amenazante comunicado del dictador, a la rueda de prensa con los
representantes diplomáticos en el país pidiendo ayuda internacional y la
patética aparición del hijo de Teodoro Obiang rodeado de guardaespaldas, como
si fuera un cantante de rock.
Está claro que Guinea Ecuatorial ha de desprenderse de esta familia instalada en el poder si queremos avanzar.