Por Armengol Engonga Ondo. Presidente
del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial
Para que una familia pueda llamarse así ha de reunir a todos sus miembros. Nuestra nación no habrá cerrado el círculo hasta que no haya presos de conciencia en las cárceles de Obiang ni exiliados lejos de su tierra.
Anoche me decía un directivo del
Partido del Progreso en Guinea Ecuatorial que tenía ganas de fundirse en un
abrazo con los hermanos que salimos hace tantos años del país y que ya nunca
más pudimos volver. Ese recibimiento abrirá una nueva etapa que nos normalizará
y permitirá la evolución que necesitamos como pueblo.
Todos tenemos mucho que aportar.
Los que están, porque saben lo que necesitan y los que venimos, porque
conocemos algunas soluciones y sus problemas asociados.
Tenemos que organizar una
convivencia a prueba de dictadores y tiranos. No podemos salir de un régimen
que se ha alimentado a base de meter miedo y de llevarse hasta las propinas sin
crear las bases para una convivencia sana y en paz. Son muchos años de robo de
los recursos públicos, años de falta de educación cívica; demasiado tiempo
sometiendo a un pueblo que no podía y no sabía ni quejarse.
Aquí, en Guinea Ecuatorial, todos
somos víctima. Los que se quedaron porque vieron que no había futuro si no
tenías a alguien cercano a la familia de Obiang. Este directivo, militante del
Partido del Progreso, me decía: “No eres nadie sin el consentimiento de ellos”.
Cuidado con los negocios, con las ideas, con los recursos. Cualquiera del
régimen te puede arruinar la vida, me dice mi compañero. Es verdad. Nadie
progresa, avanza o se hace un nombre sino está protegido por esta clase
dominante. Ahora podemos acabar con esta pesadilla y empezar el sueño que
truncaron.
Siempre digo, quizás por que he
sido empresario, que no hay nada gratis. Como dice el cuento, las vacas no dan
leche; la leche la tienes que sacar tú. Si no cuidas a los animales, les das
pienso y tienen un buen establo, es muy difícil que tengas leche o carne. Si
eso pasa con el ganado, imagínate con las personas. Por lo tanto, es muy
importante ser mejores que la dictadura si queremos un futuro de progreso.
Tenemos que dirigir la economía
de nuestro país. Hay que analizar las necesidades y saber priorizar. Tenemos
que sentar unas bases sólidas que eviten que bárbaros, incultos y violentos se
hagan, de nuevo, con lo que nos pertenece a todo un pueblo.
Los que nos marchamos de Guinea
Ecuatorial tuvimos que abrirnos paso en un mundo al que no pertenecíamos. Nos
quedamos sin la cobertura de la familia y amigos, sin la tierra que nos vio
nacer y tuvimos que empezar de cero. No ha sido fácil y a veces, cuando me
preguntan si no guardo rencor, me quedo pensando y siento que necesito más el
tiempo para ayudar a construir mi patria que para destrozar a los miserables
que me abandonaron a mi suerte.
Toca pensar en levantar los
cimientos de una sociedad diferente, totalmente distinta a la que hemos
conocido. Se acabaron los amos y sus secuaces. Nos toca diseñar un mundo en el
que podamos abrir un negocio y prosperar, en el que la sanidad no sea algo
imposible, colapsado e impagable. Tenemos que crear escenarios que estimulen a
nuestra juventud a formarse y a ser buenos ciudadanos. Es un nuevo tiempo para
definir los espacios que queremos para vivir, para trabajar o divertirnos. No
debemos malograr esta oportunidad. Está en nuestras manos y debemos asumir la
responsabilidad.
Nadie quiere que nuestra
república sea un mal chiste. No podemos hacer el ridículo internacional dejando
a esta pandilla de indocumentados como representantes de lo que son los hombres
y mujeres de Guinea Ecuatorial.
Vamos a vivir momentos muy
delicados y es fundamental que cada uno asuma su responsabilidad.
Los exiliados seremos el refuerzo
de todos los que han resistido hasta hoy en el país. Venimos de todas las
partes del mundo. Podemos y vamos a ser de gran utilidad. Esta no es una tarea
de unos pocos. Todos tenemos que esforzarnos por hacer realidad la alternativa
al gobierno de los más infames e inútiles. Hay mucho trabajo por hacer. No
sobra nadie.