Para un
analista como yo, que llevo más de 20 años ininterrumpidos siguiendo de cerca
la política de Guinea Ecuatorial, me satisface observar los últimos movimientos
en el seno de una de las formaciones de más prestigio e incluso militancia que
podemos encontrar fuera de su país, que he empezado a preguntarme que es lo que
pasa.
¿Dónde está
Severo Moto? ¿qué ha pasado? ¿Ha abandonado? ¿Lo han invitado a irse? ¿Es el
precio que ha de pagar el Partido del Progreso para seguir en las mesas donde
se negocia el futuro proyecto de transición? ¿Se encuentra bien o se siente
decepcionado o traicionado? ¿Hay facciones en el Partido sobrevolando a ver si
tienen una oportunidad que les permita volver? ¿Armengol, el nuevo presidente,
goza de legitimidad, apoyos y equipo para continuar el proyecto que fundó Moto?
¿de qué va la operación secreta “León Dormido”? … Bien, estas y otras preguntas
intentaré que se respondan y para eso voy a salir a la búsqueda de los
protagonistas en vez de especuladores, individuos tóxicos, interesados y gente
de mal vivir que ya hay muchos.
El paseo
por las Jardines del Príncipe
El verano
agonizaba y asomaba el otoño matizando el verde de las hojas y suavizando los
colores del jardín boscoso en el que me había citado con Moto. Los senderos son
de tierra batida y los arbustos languidecen ante estos últimos días de luz y
calor. Ya llegaran los hielos, los caminos desiertos y los rápidos anocheceres.
Por una pequeña loma se acerca mi amigo Severo a paso lento, pero sin pausa.
Siempre tan elegante con su traje de chaqueta, corbata y los zapatos limpios.
No deja de ser una anomalía en estos tiempos ordinarios, de deportistas en
chándal, chicas llamativas, pantalones rotos y esa forma de vestir que llamamos
informal. El clasicismo impoluto de Moto contrasta con el carrusel que nos
rodea.
La amistad
desinteresada que nos une desde hace tantos años me permite preguntar sin
circunloquios, directamente y le pido que si me puede explicar qué es lo que ha
pasado para que abandone la presidencia del partido de esta forma tan firme e
irrevocable. La palabra “irrevocable” le arranca una sonrisa y juega con ella:
“Irrevocable, reversible, irrevocablemente … (el sátrapa Macías decía
“arrajatablemente”)” y reímos juntos. “Ni mil palabras más” le digo, como
entendiendo que esa manera de actuar no ha sido por casualidad y de que es
producto de una meditada postura que le ha costado tomar.
Nos sentamos
en un muro y me explica que lleva mucho tiempo en esta historia de pelear por
un cambio radical en Guinea Ecuatorial. Hablamos de los tiempos en los que los
habitantes del territorio fueron parte de España, de las escuelas y de los
maestros blancos que le abrieron los ojos a un mundo que estaba más allá del
mar. Piensa, que en este interminable exilio no han sido todo fracasos o
decepciones; entre otras cosas ha conseguido aglutinar a un grupo capaz de
mantener la posición, sin hipotecas, limpios de polvo y paja que están haciendo
un magnífico papel en las negociaciones que se llevan celebrando desde hace
casi un año para que la tiranía de Obiang no acabe a tortas.
Moto me
cuenta que tiene otros proyectos y que por el momento no piensa hablarme de
ellos. Tiene un amigo periodista, con el que mantiene una relación profesional
y política muy intensa desde hace más de quince años. A mediados de agosto,
Moto, le confesó que sentía que no dejaba avanzar al partido como él quisiera, sentía
que lo frenaba y que todo sucedía tan deprisa que no podía atender tantos
frentes juntos sin sentir vértigo. El amigo periodista le dijo que igual había
llegado el momento adecuado del relevo. No se trata de abandonar, me dice como
justificándose. La imagen que le vino a la cabeza era la de una carrera de
relevos, echarse a un lado y dejar a los velocistas, a los que estaban en mejor
forma que siguieran sin injerencias. Él sabía que no lo iban a dejar en paz y
ya había descubierto ciertos movimientos que buscaban la destrucción del
Partido del Progreso.
No voy a
dejar que mi soberbia e intransigencia acabe con esta idea de futuro y
esperanza para Guinea Ecuatorial. Me contó que había pasado por mil aventuras,
algunas ya conocidas por mí y que ahora, lo que más deseaba era ver hecho
realidad su sueño de un país dueño de su destino. No podía ser el azote de la
tiranía y al mismo tiempo comportarse de manera paternalista con su formación
política. Creer en la democracia es saber salir con dignidad de los puestos de
responsabilidad. Tengo una hoja de servicios muy abultada como para que fuerzas
ajenas me sacrifiquen. No les voy a dar ese gusto, me dice mirándome fijamente
a los ojos.
Severo Moto
es consciente que la transición a la democracia se conseguirá con otros actores
menos implicados en la historia de Guinea Ecuatorial como él. Es natural, pienso
mientras me lo cuenta. Las negociaciones son espacios muy delicados en los que
se habla de todo. Personas como yo, me explica, de mi trayectoria, harían muy
difícil el diálogo con la dictadura. Esta etapa la tienen que liderar personas
sin cicatrices, sin años de cárcel, sin rencores, sin odios, sin historias
inconfesables como las que yo he tenido que conocer. Es un nuevo tiempo y hacen
falta personas que sepan lidiar con las exigencias que se están planteando en
las mesas de trabajo en las que participa el Partido del Progreso.
Moto se
siente orgulloso de su gente, del equipo que ha formado y aunque desciende, con
humildad franciscana (así me lo dice) a la posición del militante de a pie, no
cabe duda de que nadie quiere que desaparezca. Es más, muchos han sido los que
le han dicho que eso de marcharse, nada.
Él mantiene
un perfil bajo en estos momentos. Él sabe lo que quiere hacer. En tiempos de
tormenta no hay que discutir. La misión es salir de estas enrarecidas y
violentas aguas. Tenemos que llegar a puerto sanos y salvos y ahí dirimiremos
nuestras diferencias, si es que las hay.
El primero en
conocer su decisión fue Armengol Engonga, su hasta entonces vicepresidente. Le
dijo que le había llamado para informarle, no para pedir su opinión. Armengol
calló, guardó silencio y escuchó a su presidente. La decisión estaba tomada. La
estrategia tenía varias fases: la primera era la de informar a su colaborador
más cercano y luego trasladarla al grupo de gobierno que se organizaba en lo
que llaman “La Comisión Permanente”. Moto no quería votaciones, discusiones o
peleas por el poder. Algunas personas de su entorno empezaron a manifestar su
irritación con la paulatina falta de protagonismo del presidente hasta el punto
de intentar erigirse en una facción enfrentada a la directiva, pero por
personas de nula o escasa relevancia. Moto lo tenía muy claro y por eso dijo
que cesaba, dimitía, sin condiciones, de manera irrevocable para que le
sucediera en el cargo, hasta la celebración de un Congreso Nacional, el que era
su vicepresidente. Él sabía que esta era la única manera de garantizar la
continuidad del proyecto sin miedo a que este se vendiera, se prostituyera o
sencillamente, desapareciera. Su decisión, una vez más, era de una profunda
responsabilidad. Armengol aceptó y juntos presentaron la decisión ante los
miembros permanentes de la Comisión que respetaron el deseo del presidente.
Durante la reunión, que duró más de lo normal, acordaron que Moto ostentaría el
cargo de presidente fundador y Armengol Engonga el de presidente interino con
responsabilidades ejecutivas.
Otra de las
fases que había previsto el fundador era la de guardar silencio y observar los
acontecimientos. Tuvo gratas sorpresas al comprobar que era querido por mucha
más gente de la que creía. Le llamaban de Guinea y de otras partes del mundo y
me cuenta que se quedaban a gusto cuando notaban que él estaba muy tranquilo.
Algunos personajes de poco peso específico en el panorama de los exiliados
intentaron vender la situación como una especie de chusco golpe palaciego, pero
no tuvo ningún recorrido. Moto seguía siendo respetado, querido y arropado por
su gente de manera inequívoca.
La
operación “León Dormido”
Moto sonríe
cuando le pido que me cuente que significa eso y me dice que es ultrasecreto.
Un periódico que edita noticias de Guinea Ecuatorial, redactaba que “Moto
callaba más de lo que decía” en referencia al escueto comunicado de renuncia.
Un secreto, le digo al presidente fundador, que sabe todo el mundo hasta yo. Se
ríe, pero no dice nada.
“Solo te diré
una cosa, y se acerca a mi oído como para darme una exclusiva, la mejor gente
está en las mesas de negociación. Todo está muy avanzado como para que estemos
comportándonos como niños maleducados. Nos jugamos el futuro de nuestro pueblo
y esto no puede acabar en el cubo de la basura o lo que es más terrible, en un
baño de sangre”.
Severo Moto
sabe que vivimos momentos muy sensibles. Están haciendo historia. La
generosidad y lección de dignidad de Moto no ha pasado desapercibida para
nadie. Estamos en otro nivel y solo hay que esperar para ver el desenlace.