sábado, 17 de octubre de 2020

Un día con Moto tras su renuncia al cargo


15 de octubre de 2020 

Para un analista como yo, que llevo más de 20 años ininterrumpidos siguiendo de cerca la política de Guinea Ecuatorial, me satisface observar los últimos movimientos en el seno de una de las formaciones de más prestigio e incluso militancia que podemos encontrar fuera de su país, que he empezado a preguntarme que es lo que pasa.




¿Dónde está Severo Moto? ¿qué ha pasado? ¿Ha abandonado? ¿Lo han invitado a irse? ¿Es el precio que ha de pagar el Partido del Progreso para seguir en las mesas donde se negocia el futuro proyecto de transición? ¿Se encuentra bien o se siente decepcionado o traicionado? ¿Hay facciones en el Partido sobrevolando a ver si tienen una oportunidad que les permita volver? ¿Armengol, el nuevo presidente, goza de legitimidad, apoyos y equipo para continuar el proyecto que fundó Moto? ¿de qué va la operación secreta “León Dormido”? … Bien, estas y otras preguntas intentaré que se respondan y para eso voy a salir a la búsqueda de los protagonistas en vez de especuladores, individuos tóxicos, interesados y gente de mal vivir que ya hay muchos.

 

El paseo por las Jardines del Príncipe

 

El verano agonizaba y asomaba el otoño matizando el verde de las hojas y suavizando los colores del jardín boscoso en el que me había citado con Moto. Los senderos son de tierra batida y los arbustos languidecen ante estos últimos días de luz y calor. Ya llegaran los hielos, los caminos desiertos y los rápidos anocheceres. Por una pequeña loma se acerca mi amigo Severo a paso lento, pero sin pausa. Siempre tan elegante con su traje de chaqueta, corbata y los zapatos limpios. No deja de ser una anomalía en estos tiempos ordinarios, de deportistas en chándal, chicas llamativas, pantalones rotos y esa forma de vestir que llamamos informal. El clasicismo impoluto de Moto contrasta con el carrusel que nos rodea.


Nos saludamos con afecto pues siempre me ha agradado su presencia y aunque me dedico al mundo de la empresa, cuando tengo tiempo me encanta analizar estos largos e interminables proyectos políticos que sueño con ver eclosionar.

La amistad desinteresada que nos une desde hace tantos años me permite preguntar sin circunloquios, directamente y le pido que si me puede explicar qué es lo que ha pasado para que abandone la presidencia del partido de esta forma tan firme e irrevocable. La palabra “irrevocable” le arranca una sonrisa y juega con ella: “Irrevocable, reversible, irrevocablemente … (el sátrapa Macías decía “arrajatablemente”)” y reímos juntos. “Ni mil palabras más” le digo, como entendiendo que esa manera de actuar no ha sido por casualidad y de que es producto de una meditada postura que le ha costado tomar.

Nos sentamos en un muro y me explica que lleva mucho tiempo en esta historia de pelear por un cambio radical en Guinea Ecuatorial. Hablamos de los tiempos en los que los habitantes del territorio fueron parte de España, de las escuelas y de los maestros blancos que le abrieron los ojos a un mundo que estaba más allá del mar. Piensa, que en este interminable exilio no han sido todo fracasos o decepciones; entre otras cosas ha conseguido aglutinar a un grupo capaz de mantener la posición, sin hipotecas, limpios de polvo y paja que están haciendo un magnífico papel en las negociaciones que se llevan celebrando desde hace casi un año para que la tiranía de Obiang no acabe a tortas.


Moto me cuenta que tiene otros proyectos y que por el momento no piensa hablarme de ellos. Tiene un amigo periodista, con el que mantiene una relación profesional y política muy intensa desde hace más de quince años. A mediados de agosto, Moto, le confesó que sentía que no dejaba avanzar al partido como él quisiera, sentía que lo frenaba y que todo sucedía tan deprisa que no podía atender tantos frentes juntos sin sentir vértigo. El amigo periodista le dijo que igual había llegado el momento adecuado del relevo. No se trata de abandonar, me dice como justificándose. La imagen que le vino a la cabeza era la de una carrera de relevos, echarse a un lado y dejar a los velocistas, a los que estaban en mejor forma que siguieran sin injerencias. Él sabía que no lo iban a dejar en paz y ya había descubierto ciertos movimientos que buscaban la destrucción del Partido del Progreso.

No voy a dejar que mi soberbia e intransigencia acabe con esta idea de futuro y esperanza para Guinea Ecuatorial. Me contó que había pasado por mil aventuras, algunas ya conocidas por mí y que ahora, lo que más deseaba era ver hecho realidad su sueño de un país dueño de su destino. No podía ser el azote de la tiranía y al mismo tiempo comportarse de manera paternalista con su formación política. Creer en la democracia es saber salir con dignidad de los puestos de responsabilidad. Tengo una hoja de servicios muy abultada como para que fuerzas ajenas me sacrifiquen. No les voy a dar ese gusto, me dice mirándome fijamente a los ojos.

Severo Moto es consciente que la transición a la democracia se conseguirá con otros actores menos implicados en la historia de Guinea Ecuatorial como él. Es natural, pienso mientras me lo cuenta. Las negociaciones son espacios muy delicados en los que se habla de todo. Personas como yo, me explica, de mi trayectoria, harían muy difícil el diálogo con la dictadura. Esta etapa la tienen que liderar personas sin cicatrices, sin años de cárcel, sin rencores, sin odios, sin historias inconfesables como las que yo he tenido que conocer. Es un nuevo tiempo y hacen falta personas que sepan lidiar con las exigencias que se están planteando en las mesas de trabajo en las que participa el Partido del Progreso.

Moto se siente orgulloso de su gente, del equipo que ha formado y aunque desciende, con humildad franciscana (así me lo dice) a la posición del militante de a pie, no cabe duda de que nadie quiere que desaparezca. Es más, muchos han sido los que le han dicho que eso de marcharse, nada.





Él mantiene un perfil bajo en estos momentos. Él sabe lo que quiere hacer. En tiempos de tormenta no hay que discutir. La misión es salir de estas enrarecidas y violentas aguas. Tenemos que llegar a puerto sanos y salvos y ahí dirimiremos nuestras diferencias, si es que las hay.

El primero en conocer su decisión fue Armengol Engonga, su hasta entonces vicepresidente. Le dijo que le había llamado para informarle, no para pedir su opinión. Armengol calló, guardó silencio y escuchó a su presidente. La decisión estaba tomada. La estrategia tenía varias fases: la primera era la de informar a su colaborador más cercano y luego trasladarla al grupo de gobierno que se organizaba en lo que llaman “La Comisión Permanente”. Moto no quería votaciones, discusiones o peleas por el poder. Algunas personas de su entorno empezaron a manifestar su irritación con la paulatina falta de protagonismo del presidente hasta el punto de intentar erigirse en una facción enfrentada a la directiva, pero por personas de nula o escasa relevancia. Moto lo tenía muy claro y por eso dijo que cesaba, dimitía, sin condiciones, de manera irrevocable para que le sucediera en el cargo, hasta la celebración de un Congreso Nacional, el que era su vicepresidente. Él sabía que esta era la única manera de garantizar la continuidad del proyecto sin miedo a que este se vendiera, se prostituyera o sencillamente, desapareciera. Su decisión, una vez más, era de una profunda responsabilidad. Armengol aceptó y juntos presentaron la decisión ante los miembros permanentes de la Comisión que respetaron el deseo del presidente. Durante la reunión, que duró más de lo normal, acordaron que Moto ostentaría el cargo de presidente fundador y Armengol Engonga el de presidente interino con responsabilidades ejecutivas.

Otra de las fases que había previsto el fundador era la de guardar silencio y observar los acontecimientos. Tuvo gratas sorpresas al comprobar que era querido por mucha más gente de la que creía. Le llamaban de Guinea y de otras partes del mundo y me cuenta que se quedaban a gusto cuando notaban que él estaba muy tranquilo. Algunos personajes de poco peso específico en el panorama de los exiliados intentaron vender la situación como una especie de chusco golpe palaciego, pero no tuvo ningún recorrido. Moto seguía siendo respetado, querido y arropado por su gente de manera inequívoca.





La operación “León Dormido”

Moto sonríe cuando le pido que me cuente que significa eso y me dice que es ultrasecreto. Un periódico que edita noticias de Guinea Ecuatorial, redactaba que “Moto callaba más de lo que decía” en referencia al escueto comunicado de renuncia. Un secreto, le digo al presidente fundador, que sabe todo el mundo hasta yo. Se ríe, pero no dice nada.

“Solo te diré una cosa, y se acerca a mi oído como para darme una exclusiva, la mejor gente está en las mesas de negociación. Todo está muy avanzado como para que estemos comportándonos como niños maleducados. Nos jugamos el futuro de nuestro pueblo y esto no puede acabar en el cubo de la basura o lo que es más terrible, en un baño de sangre”.

Severo Moto sabe que vivimos momentos muy sensibles. Están haciendo historia. La generosidad y lección de dignidad de Moto no ha pasado desapercibida para nadie. Estamos en otro nivel y solo hay que esperar para ver el desenlace.